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Mostrando entradas de febrero, 2024

UN RIMAR PARA LA TOLERANCIA

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  Empieza a ser una estúpida costumbre la necesidad de simplificar argumentarios cotidianos para enaltecer idearios de parte, por aquello de seguir hilando madejas de contextos que versionan lo que quieren unos pocos. Hinchamos pecho con la fiesta democrática para atizar contra ella a la primera de cambio y glosar, una vez más, el hit parade para los cabezas de lista correspondientes. Pasamos por el río de la vida a pesar de la enseñanza de Heráclito sobre el imposible baño repetido en el mismo río. Pero casi me quedo con la atribución al siempre contemporáneo Mark Twain sobre nuestra historia que no se repite pero rima. Un verso que hace inflexionar de manera más amable esta estampida vital hacia la polarización del discurso, dejándonos la épica del poder tosco sobre los resultados de las elecciones. Tanto es así que ciertas siglas solamente hablan desde la contundencia de los números para eclipsar a más de la mitad de esa soberanía popular que parece arrastrada a la ira de las rede

TURBULENCIAS MEDIOAMBIENTALES

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  Decía el filósofo y polímata Aristóteles que “las turbulencias de los demagogos derriban los gobiernos democráticos”. Y es que el ruidoso desorden en las posiciones públicas de nuestro tiempo parecen estar dirigidas hacia un torbellino de embustes para abatir la fragilidad de esta sociedad actual. Hace ya demasiado tiempo que la crítica exigente sobre los hechos se ha quedado atrás para envalentonar el reproche continuado hacia el sentimiento de los diferentes y proseguir la moralina de las verdades absolutas. La oposición hacia las acciones ya no fecunda en alternativas para otras formas de gestionar. Muy al contrario, nos encontramos en una negación del otro por sí mismo y en la ofensa demagógica hacia quienes escuchamos. Hemos perdido el debate de los proyectos y sus conceptos para enmarañarnos entre traidores y felones que siempre acechan entre las dos bandas. Y en medio de ese motín ideológico tan simplista, reconozcamos que hemos declinado ante la esperanza de trabajar por las

ENTRE CREYENTES

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  Decía el científico y conocido divulgador Carl Sagan que “no puedes convencer a un creyente de nada porque sus creencias no están basadas en evidencias, sino en una enraizada necesidad de creer”. Y es que, a pesar de contar en nuestra actualidad con una accesibilidad casi infinita a información de todo tipo, reconozcamos que continuamos pasando de puntillas entre verdades e incertezas que tanto nos rodean. Somos más de seguidismos facilones por aquello de asegurar nuestra destreza para mirar hacia otro lado, aunque en el esfuerzo sigamos encontrando las realidades tozudas de demasiados atropellos. Reeditamos excesivos misales de fervorosos adeptos para abaratar la responsabilidad con la propia sociedad que nos cobija temporalmente. Y tanto es así que algunos de nuestros carismáticos responsables de lo público han cambiado su guión del convencimiento responsable por la vehemente chanza de palabrería incesante, donde mezclar churras con merinas y quedarse con la satisfacción del apla