AL GALOPE

 



Lo decía la filósofa del siglo XX, Hannah Arendt, cuando deambulaba en aquel tiempo que banalizaba tanto el mal y que consiguió destripar lo peor de nuestra historia como un despropósito sobre el imperio del sinsentido aletargando la injusticia, la desigualdad y el supremacismo de unos sobre otros. Tal vez por eso, comentaba en aquellos días su necesidad de vivir bajo un precepto antiguo donde refugiar demasiados males que siempre acechan nuestro tiempo contemporáneo: “prepararse para lo peor, esperar lo mejor y aceptar lo que venga”. De estas tres directrices vitales, reconozcamos que la primera de ellas, eso de esperar lo peor y estar preparados, sigue siendo la esperanza de aquellos que rezuman falta de poder a pesar de las expectativas envalentonadas, dejando un sin sabor para con el resto con un preaviso para desdecir que, al final, el resto somos los equivocados. Esa garantía de apelar al miedo que siempre genera demasiada algarabía para silenciar el método de la variable veraz, por aquello de opinar con razón.

Es por ello que el movimiento social que sumamos entre todos está ya más cerca de esperar lo mejor, que como dicen los mandamientos, lo peor ya viene solo y a la inmensa mayoría ya nos llega con luchar por nuestras esperanzas frustradas con ese desaire casi eterno de la actualidad.

De ahí que nos resulte más fácil aceptar lo que venga y predecir tiempos mejores donde refugiarse a pesar del descrédito de nuestro tiempo. Posiblemente algunos creerán que nos tienen bien convencidos con eso del estallido chulesco del contrario, sin tener tiempo a mirar hacia atrás y evidenciar la soledad populachera de quien miente como estrategia. De alguna manera seguimos observando cómo nuestra coyuntura vital sigue cabalgando entre demasiadas incertezas que tapen las vergüenzas del cuentista de parte, acusando al otro, un día y otro también, de envenenar la verdad con tanto desquite patrañero.

Será por ello que, tal como teorizaba Arendt, llevamos olvidando nuestra responsabilidad individual para inyectar, de vez en cuando, el grotesco ruido de las masas que azuzan el eslogan para matar al pensamiento. Al fin y al cabo, cada uno seremos responsables de nuestras propias verdades, de no repetir la mentira demostrada con razones inventadas donde preparar lo peor, aunque no sea de nuestra parte. Mientras tanto, los de siempre, seguirán cabalgando por encima de nuestra esperanza.

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