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Mostrando entradas de enero, 2024

LA SOLEDAD DEL TIEMPO

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Tal como expresaba Hipatia de Alejandría, “la verdad no cambia porque sea o no sea creída por la mayoría de las personas”, y ese sí que es el gran logaritmo de nuestra comunicación actual. Sobrepasamos las posibilidades de nuestro tiempo buscando la afirmación de todo aquello que sentimos y pensamos para encontrar nuestro lugar en esta variopinta diversidad que intentamos desechar por aquello de superar mayorías. Tal vez, por ello, simplificamos argumentos para hacer repensar a la globalidad que imaginamos sin necesidad de conocerla. Intentamos demasiados simplismos para embaucar a la totalidad en un esquema programado de aceptación de mensajes y olvidamos los matices que son la esencia de la vanguardia diaria. Tengo la sensación de que, a pesar de todos estos esfuerzos, sufrimos esta soledad social donde es difícil reparar tantas naderías que terminan engalanando las portadas de diarios y los trending topics de turno. Tal como decía nuestra mártir del pensamiento, las verdades acallan

RESENTIMIENTO ACTIVO

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  Decía Albert Camus en sus primeros ensayos, para ir recortando las pericias vitales, que “ e l sol que reinó sobre su infancia, le privó de todo resentimiento” . En verdad, el origen de nuestros propios resquemores siempre se encuentran en demasiadas tundas infantiles con nuestro propio entorno y con las suspicacias de la propia vida que nos toca. Posteriormente intentamos remover carencias y defectos que condicionan nuestros quehaceres y el propio pensamiento personal. Y, sinceramente, quienes pudieron evitar esas tirrias desde la infancia llevan mucho camino superado. Una reflexión como esta podría explicar algunos perfiles públicos, alcanzando el superlativismo gracias a la exposición en los medios de comunicación. Por nuestra parte, nos escandalizan las formas y modos para seguir consumiendo los extremismos lingüísticos que tanto reflejan la inexactitud de la crítica y la opinión. Un coronamiento del resentimiento absurdo que vacía el futuro y emponzoña el presente. Apuntamos el

OTRA VEZ

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  A pesar de la muletilla conversacional sobre eso de que el pasado nunca vuelve, admitamos que en diversas situaciones rescatamos tozudamente ese tiempo pretérito tanto en el fondo como en la forma. Y sinceramente, es difícil sacar algo certero de esta estrategia de ombligo donde, como decía el político y primer ministro inglés Harold MacMillan, “deberíamos usar el pasado como trampolín y no como sofá”. Pues una vez más quienes deberían gestionar lo de todos han decidido echarse un rato en el diván de los recuerdos para reforzar esa idea de que la ciudadanía ya engulle para que salga por donde mejor pueda. Hay que reconocer que para justificar e ste trabajo de diván se necesita una buena argumentación siempre a la orilla de la mentira y un tiempo prudencial para cultivar un buen cabreo de la gente. Una vez más, y puestos a seguir en esa captación in extremis del seguidismo público, los hechos quedan relegados a la anécdota para entramar una historia que les venga bien a los responsab

ENTRE NECIOS

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  Tras superar esta temporada de buenos deseos y demás aprecios a lo más sensible de nosotros mismos, regresamos a ese mundo cotidiano que atina siempre con nuestra existencia. Dejamos atrás esos excesos navideños para volver a encauzar nuestra vida a las cosas más certeras que nos rodean. El que más y el que menos, y tras su enésimo compromiso personal, tendrá un nuevo objetivo en la mochila que tantas veces hacemos y deshacemos. Una vez más reafirmamos nuestra cultura social con la nostalgia de nuestros recuerdos y la estridencia presente sobre celebraciones populosas por aquello de parecer el personaje del mejor spot publicitario. Así que nos vemos de nuevo metidos en harina para sacar adelante este nuevo año que vendrá como casi sin querer, a excepción de esas cosas del destino que, finalmente, siempre rondan por encima de nuestras cabezas. Por todo ello, es tiempo de acelerar el paso nuevamente, mirar de vez en cuando el cielo y casi rogar aquello de quedarnos como estamos. Volve

UN AÑO DE RUIDO

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  Reconozcamos que a pesar de esta vida tan desarrollada tecnológicamente y con tantos medios para mediar entre nosotros, siguen siendo las miradas las que continúan abrasando las idas y venidas de nuestros días. A pesar de tantos medios de comunicación, entre estirpes polarizadas de toda la vida, seguimos buscando la necesaria confianza en quienes puedan entender nuestro pensamiento en medio de las desconfianzas de los de siempre. De alguna manera, casi todos sabemos que el tiempo repite demasiados mantras por más que sepamos de sus fracasos históricos y decepcionantes. Será por ello que necesitamos cerrar ciclos aunque sea por aquello de cambiar de número fetiche. Este año no será imperecedero como todos sus antecesores y dejará paso a otro dígito por la simple continuidad del proceso vital. Eso sí, cada anualidad nos depara la reflexión imprescindible de lo que fuimos e hicimos para darle constancia a la mejor de las virtudes del ser humano que trata simplemente de mejorar lo que q

AL GALOPE

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  Lo decía la filósofa del siglo XX, Hannah Arendt, cuando deambulaba en aquel tiempo que banalizaba tanto el mal y que consiguió destripar lo peor de nuestra historia como un despropósito sobre el imperio del sinsentido aletargando la injusticia, la desigualdad y el supremacismo de unos sobre otros. Tal vez por eso, comentaba en aquellos días su necesidad de vivir bajo un precepto antiguo donde refugiar demasiados males que siempre acechan nuestro tiempo contemporáneo: “prepararse para lo peor, esperar lo mejor y aceptar lo que venga”. De estas tres directrices vitales, reconozcamos que la primera de ellas, eso de esperar lo peor y estar preparados, sigue siendo la esperanza de aquellos que rezuman falta de poder a pesar de las expectativas envalentonadas, dejando un sin sabor para con el resto con un preaviso para desdecir que, al final, el resto somos los equivocados. Esa garantía de apelar al miedo que siempre genera demasiada algarabía para silenciar el método de la variable ver

EN CONSTRUCCIÓN

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  Podríamos imaginar al escritor francés Alejandro Dumas reconsiderando a alguno de sus protagonistas novelescos en esa afirmación tan de tiempos imperecederos sobre que “el orgullo de los que no pueden construir es destruir”. Una acción y reacción propia de cualquier tesitura actual entre los que conformamos la esfera social de todos y la responsabilidad pública asumida por unos pocos. Un tiempo con demasiados tirones de hipérbole donde zarandear cualquier límite de razón y convivencia. Demasiados días con el exceso en la lengua para destruir lo más importante que es el debate público de las cosas, especialmente, de las cosas de la democracia. Una táctica nada novedosa en esta civilización tan tecnológicamente aupada que vendemos con un click la redundancia vacía de turno. Tanto es así que en algunos sectores tan importantes de nuestro trípode democrático empieza a importar un bledo la conmoción social mientras puedan seguir nutriendo demasiadas estrategias basadas en destruir al s

UN ADIÓS A LA CHICA YEYÉ

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  Irremediablemente la vida, entre sus días y sus noches, sabe de quienes se van y los que llegan de buenas a primeras. Por una vez y coincidiendo el final de la semana con esas despedidas a quienes acompañaron las reuniones familiares sesenteras alrededor de la televisión del blanco y negro y su tránsito al color y las pulgadas, nos dejaremos unas letras para una parte de la generación que comienza a desfilar entre los recuerdos de aquella posguerra española que tanta desmemoria reparte entre las generaciones presentes. Una generación que supo lidiar entre censuras y silencios para seguir repartiendo esperanzas por nuevos tiempos que trajeran más luces hambrientas de libertad. Una palabra que desgraciadamente en estos últimos años ha sufrido la fagocitosis de un sistema de propaganda que abochorna hasta al más pintado. Ya lo decía Platón, que “la libertad significa ser dueños de nuestra propia vida”. Y de eso sí que sabemos bien en estas últimas décadas por aquello de tomar decision