EN CONSTRUCCIÓN

 




Podríamos imaginar al escritor francés Alejandro Dumas reconsiderando a alguno de sus protagonistas novelescos en esa afirmación tan de tiempos imperecederos sobre que “el orgullo de los que no pueden construir es destruir”. Una acción y reacción propia de cualquier tesitura actual entre los que conformamos la esfera social de todos y la responsabilidad pública asumida por unos pocos.

Un tiempo con demasiados tirones de hipérbole donde zarandear cualquier límite de razón y convivencia. Demasiados días con el exceso en la lengua para destruir lo más importante que es el debate público de las cosas, especialmente, de las cosas de la democracia. Una táctica nada novedosa en esta civilización tan tecnológicamente aupada que vendemos con un click la redundancia vacía de turno.

Tanto es así que en algunos sectores tan importantes de nuestro trípode democrático empieza a importar un bledo la conmoción social mientras puedan seguir nutriendo demasiadas estrategias basadas en destruir al señalado como enemigo. Un simbolismo demasiado esperpéntico que acalla una de las acciones más importantes de nuestras democracias basadas siempre en el debate público y la inversión en nuestra propia opinión pública. No es nada nuevo para nuestra frágil historia, siempre encadena demasiadas destrucciones deliberadas de sus días y con la esperanza de construir otra cosa que nunca responde a la voluntad de todos. Un reiterado obstáculo hacia el respeto mutuo que siempre deja en el submundo el diálogo y el acuerdo. Demasiados mofletes hinchados de indignación que acallan la palabra y el debate para instalar una extraña indignación que siempre nos deja la confrontación per se.

Mientras tanto, asistimos un año más al encendido de las luces que nos llevarán irremediablemente a ese tiempo rechoncho de deseos positivos y hasta con la sonrisa a quien rozamos los días tan desconocidos de ciudadanía. Un insignificante tiempo que, aunque sea por unos días, parece que sepa más a edificar esperanzas que a destruir los caminos amplios y abiertos para la gran mayoría. En algún momento tendremos que pedir explicaciones a aquellos que siguen enrocando su desaire público en la estrategia del derribo inasumible las 24 horas. En alguna oportunidad temporal diaria, sabremos dejar de rechinar para ensordecer a quienes continúan sin saber obrar a favor de nuestro tiempo, que será siempre que sea para todos.

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