SUBESTIMANDO LA ESTUPIDEZ

 


Mientras esperamos el paso azulado del día más triste del año, hay que reconocer que alguna que otra fantasía bien medida resurge con buen ánimo en este tiempo donde la conspiración continúa atravesando esa fatal transversalidad que parece llegar a todos los aspectos de esta vida, unas veces amable y otras demasiado atribulada. Decía el escritor argentino Adolfo Bioy, en su diccionario exquisito, que “El mundo atribuye sus infortunios a las conspiraciones y maquinaciones de grandes malvados. Entiendo que se subestima la estupidez.” Y es que se nos hace más fácil confabular entre teorías enigmáticas, donde se acelera la creatividad de patrañas embarradas, que esforzar nuestra mente en la probatoria de los hechos y en la ayuda inestimable de quienes estudian en silencio el quehacer diario de nuestro tiempo. Un tiempo demasiado cercano a la autocomplacencia por la comodidad de seguir sentados en nuestro lugar de confort, donde nos tragamos lo que sea necesario, y seguir respingando poderío intelectual a pesar del desprecio hacia las certezas y evidencias.

Ciertamente, y de acuerdo a este proceso de dogma continuado, seguimos sin darnos cuenta de que somos la mano de obra barata de quienes reordenan diariamente el relato para seguir vitoreando nuestra propia ignorancia. Porque ignorar sigue siendo el propósito de quienes nos prefieren estúpidos para seguir abarrotando el debate público en la desidia del cansancio personal. Cada día parece tener su afán por encontrar la necedad más poderosa y conseguir que sea repetida incansablemente por los medios de comunicación. Esta tolerancia, tan arraigada en este tiempo online de la información, desbarata cualquier posibilidad de sugerir causas y efectos, dejándonos diariamente ese pozo sin fondo para seguir maniobrando sobre los supuestos malvados de turno. Hemos olvidado la esperanza de nuestros propios pasos, que saben a realidades, para escorar la pugna de derechos y deberes en la órbita quimérica del infortunio sobrevenido. Una complacencia que nos sigue dejando en el mismo sitio, pero dando vueltas al inmovilismo que siempre detiene. Tal vez por eso nos siga costando salir de los conflictos a pesar de las muertes innecesarias o de las pérdidas en nuestro entorno y con la mentira en el bolsillo. Tal vez este siga siendo un tiempo excesivamente subestimado de simpleza a pesar de contar con más medios y más rápidos para atarearse con la evidencia de los hechos, por aquello de ganar la partida a la manipulación. Pasaremos un nuevo lunes azul sin necesidad de atribuirle nada, más allá de comenzar un nuevo día. Pero seguro que alguien nos convencerá para deshilachar una fantástica simpleza más.

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