EL EMBELECO DE LA EVIDENCIA

 


Decía Almudena Grandes en su lector de Julio Verne que “Sólo sé lo que dice la gente, pero eso no siempre es la verdad”. Un aprendizaje del pequeño Nino que sigue vigente en cualquiera de nosotros a pesar de la superación de la máquina de escribir y los borrones de tinta. Hemos comprado demasiados mensajes que siguen apelando más a las tripas que a la esencia de los datos, por aquello de instalar una linde que proteja de la capacidad de comprender y entender. Excesiva celeridad líquida en este escenario informativo que se diversifica de acuerdo a la necesidad impresionable del momento. Seguimos anhelando el ruido caótico para contentar nuestro ego personal y recibir una palmadita en el hombro con la que avalar nuestra destreza en la verdad que más nos apetece. Desde hace ya bastante tiempo que venimos asumiendo cantidad de presentes prometedores de unos futuros que añoran, sin darnos cuenta, tantos pasados que parecían denostados en la necesidad de que nunca volverían a ocurrir. Nos hemos crecido en ese embeleco que sabe más de la manipulación de las partes que de las realidades del conjunto. Una atmósfera inmensamente espesa donde cada vez es más difícil observar la evidencia para seguir escuchando el susurro de unos pocos. De esta manera seguimos cada vez más a pies juntillas aquello que dicen que dice la gente, como una antítesis bien utilizada en el argot público que se afana en acaudillar las directrices de quienes alientan el seguidismo para olvidar la diversidad de los matices. Hemos cumplido un mes desde la tragedia ocurrida en Valencia, Cuenca, Albacete o Málaga por la pérdida de vidas y la destrucción máxima de su existencia vital. Un auténtico drama que para alguno ha supuesto la espantada en forma de comedia para ganarle al contexto con desparpajo en su propio beneficio. Un estupendo entramado donde apostar por las verdades alternativas que siempre susurran para encender la inoperancia del pensamiento. Una inequívoca trampa donde volver a anteponer los sesgos ideológicos y ganar el partido a la veracidad. Mientras tanto, demasiada gente vive su propia tragicomedia donde trata de abaratar el tiempo para recuperar su vida, que sigue siendo el peor de sus propios infiernos. Tal vez lo más necesario sea seguir sin olvidar por apostar hacia una nueva etapa, ya que lo que fue sabemos que no volverá. Y es precisamente en esa realidad donde podemos reponer la oportunidad para la esperanza. Pero para ello también tendremos que lidiar con nosotros mismos a la hora de condonar esta desgracia y que no vuelvan a ganar quienes siguen jugando a la vendetta recitando la estrategia de la mendacidad.

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