EL HÁBITO OLVIDADO

 

Afirmaba Aristóteles que “si quieres ser sabio, aprende a interrogar razonablemente, a escuchar con atención, a responder serenamente y a callar cuando no tengas nada que decir”. Y ciertamente, la combinación de estos cuatro verbos activos es la máxima de cualquier relación social o política para una buena alianza de respeto y equilibrio. Por desgracia, nada de eso forma parte de las estrategias comunicativas actuales, en las que se diversifican los epítetos y simplificamos lo sustancial. Entramos en una semana medianamente relajada que, haciéndose esperar, nos dejará algo más de tiempo para redimirnos del absoluto pandemónium internacional de estos meses donde, a pesar de tanto bullicio, seguimos en la misma casilla de salida.

Una vez más, quienes van de salvadores de demasiadas cosas nos dejan en el estercolero despreciable de la rivalidad geopolítica con la que seguir abaratando la vida ciudadana. Reconozcamos que más allá de la política comunicativa del shock diario, el planeta sigue dando vueltas sobre sí mismo, dejando al reflejo lunar la misma destrucción bélica y la siempre necesaria estrategia de la desigualdad. Ambas forman parte de un equilibrio macroeconómico y social que sigue enraizado en nuestro sistema y que siempre va más allá de la existencia. Poca sabiduría nos representa en esta relación entre naciones donde se escupen interpelaciones vacías, se responden infamias y, lo peor de todo, nadie acalla la ignorancia. Un ambiente demasiado devastador para pedir responsabilidad a una opinión pública a la que casi le queda como única opción el bramido ostentoso de unos cuantos algoritmos para dejar dispersa a la población en general. Aún así, y en medio de tanto ruido, nos volverán a convencer de los planes y estrategias que tan necesarios son a pesar de la falta de rigor, y volveremos a diferenciar los pros y contras desde las atalayas de los medios de comunicación.

Mientras tanto, la ciudadanía seguirá perfilando su futuro siempre entroncado con la vida cotidiana, que es la única que más o menos poseemos. Cuidaremos nuestro entorno, buscaremos la fortuna con los nuestros y reivindicaremos la esperanza leal sobre nuestra subsistencia. Los de siempre nos seguirán persiguiendo con las pancartas baratas de los destinos impropios, por aquello de seguir arañando la tolerancia y el respeto.

Tal vez el arquetipo del sabio actual sigue en silencio, respondiendo a la cara oculta de la duda y la reflexión para conseguir diferenciarse de tanta ignorancia que siempre afirma. En realidad, como también decía el polímata griego, “somos lo que hacemos día a día, de modo que la excelencia no es un acto, sino un hábito”. Y realmente, nuestro tiempo sigue demasiado anclado a los días con la desgracia de haber olvidado el hábito imprescindible de la lealtad a la sabiduría colectiva del buen ser y el justo vivir.


Puedes escucharlo en @lavozsilenciosa.net




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