LA INCLINACIÓN DEL CORAZÓN
Como decía Isabel Allende en su libro De amor y de sombra, “Sólo tendréis el presente. No perdáis energía llorando por el ayer o soñando con el mañana”. Si nos servía para entender la década de los 80, nos debería interesar a esta vigésima década de un siglo XXI que replica a demasiados presentes para evaluar excesos pasados y, especialmente, inciertos futuros. Reconozcamos que la política que nos representa juega excesivamente con lo venidero para ensimismar el aliento de quienes necesitan correr para cambiar la voluntad democrática por sus propios deseos. Una estrategia que nos debería dar que pensar a todos los que abarcamos el presente como la única realidad propia. Es cierto que nuestra política juega en exceso a promesas manidas para, en la mayoría de las ocasiones, abandonarlas al albur del ceñudo presente que justifica las desmesuras del ladino de turno. Esta decepción no sería tal si fuésemos conscientes de la necesidad de saber más de nuestro hoy y desdibujar tantos mañanas que conforman las escatológicas tertulias diarias en nuestro medios de comunicación. Y así es que antes de juzgar se condena y se acredita la inoperancia sin la necesaria verificación. Mientras tanto, hay quienes retuercen el pasado por aquello de saltarse el presente y redimirse con un porvenir que apuesta más al olvido que a la responsabilidad. No comienza este año 2025 con la mansedumbre del tiempo que respiramos, y eso nos desliza hacia el mismo ruido devorador de los doce meses pasados. Siguen jugando a demasiados relatos bien acunados de intencionalidad para acallar agitadas verdades con la mentira más obtusa. Una forma sutilmente amable sobre la capacidad pública de entender y comprender este presente que nos sigue pisando los talones entre aristas bélicas y la invalidez por defender nuestro propio planeta. Una vez más se dejará de lado nuestro día a día para recrearse en compromisos venideros, lo que tapará la ineptitud de algunos, y se repartirán pasados por aquello de seguir utilizando el tiempo para polarizar al antojo de los de siempre. Tal vez nos quede la paremia popular indicando que “donde el corazón se inclina, el pie camina.” Una apuesta llena de sororidad por lo importante y común, que refuerce una senda por la que esperar más sueños presentes a pesar de las lágrimas de lo que nos dejaron ser.
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