CORAZONES ROTOS ❤

 




Decía Albert Camus que “quien carece de valentía encuentra siempre una filosofía que lo justifique”. Una confirmación teórica a este ambiente repulsivo que mantiene todos los condimentos en el extremismo negacionista de nosotros mismos. Solamente faltaba una tragedia como la que estamos compartiendo minuto a minuto en mi querida tierra para descender a este infierno aderezado entre selenosis mediáticas que asumimos sin pestañear, y donde es difícil respirar sin que alguien considere que tu posición está enmarcada en la exclusiva o en lo excluyente. Lo más lamentable es comprobar el perfil facilón que esta patria nuestra nos ha enseñado en la historia, filosofando de todo para seguir aguantando el descrédito de la realidad. Somos excesivamente creativos para escupir lo más alto posible y rezar para que le caiga al otro, y además, congratularnos de nuestro desparpajo. Enlutamos nuestra capacidad de reflexionar para seguir oscureciendo las realidades que deberían enmudecer a cualquiera. Y estiramos la pedantería con eslóganes que ofertan lo más negativo de nuestra realidad, donde el todo se queda en los detalles y los detalles se tapan con el y tú más.

Con estos mimbres hemos conseguido los excesos hambrientos de veracidad pero que siguen aupando la idea del estado fallido y del pueblo que salva, sin saber muy bien qué son cada uno de esos propósitos. Hemos personalizado nuestra propia desidia en lo público para espolear demasiadas especulaciones que aumentan la desinformación, como ocurre en los conflictos bélicos.

Poco observamos las necesidades futuribles, por aquello de prevenir las consecuencias de nuestra propia forma de existir, y reportamos cualquier visión contraria a nuestro propio púlpito ideológico.

Llevamos demasiado tiempo justificando nuestra falta de valentía con nosotros mismos, estirando esta inexactitud que comienza a ser excesivamente agobiante. Y como resultado tenemos al objeto de la gestión pública jugando el partido más inoperante del partidismo ingrato. Nadie conformará sus propios errores en sus responsabilidades exclusivas para seguir haciendo el caldo gordo a aquellos que retuercen la institucionalidad prometiendo un nuevo orden al mismo tiempo que aprovechan los estamentos constitucionales. Tal vez tendremos que encontrarnos de bruces con la cruda realidad para romper la barrera de ese silencio impostado ante la insufrible cifra de muertos que llevaremos a nuestras espaldas y salvar, por lo menos, la dignidad de tantas vidas quebradas. A pesar de todo, el empuje de la propia existencia llevará al olvido tantos yerros de acción y excesivas falsedades a nuestro repertorio nacional. Lo malo es que de tanto doblar el corazón, terminaremos dolorosamente rotos.


Personalmente, mi apoyo, mi solidaridad y mi esperanza a todo el pueblo valenciano. 

Sempre en el cor, Valencia...


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