LA JURISDICCIÓN DE LA CONSPIRACIÓN
Decía el trigésimo cuarto presidente norteamericano, D. Eisenhower, que “Si un partido político no tiene su fundamento en la decisión de promover una causa por derecho y moral, entonces no es un partido político, sino que no es más que una conspiración para tomar el poder.” Reconozcamos que nuestra actualidad nacional se ha adentrado en un movimiento sonámbulo de dimes y diretes, tan propios de una sociedad narcotizada, herida de confusión y fanatismo. No es la primera vez que las cadenas del poder oculto reprueban el presente a base de eslóganes que rechinan en un principio, pero que hacen gordo el caldo del infortunio y la hecatombe final de los ciclos sociales. Perdida la batalla de los datos y los contextos, aupamos el oscurantismo de las filtraciones interesadas, las incertidumbres aclamadas como ciertas y la devastación como consigna. Malogramos las causas socioeconómicas y políticas a cambio de campañas personalísimas en contra de unos para ensalzar a otros. Nada de todo ello forma parte de la voluntad pública y democrática de una sociedad que sigue anclada a sus pasos diarios para resolver sus propios problemas del presente, por aquello de construir futuro para todos.
Hemos llegado, una vez más, al acoso y derribo como estrategia y a la conspiración destructiva de lo que tenemos. Volvemos a la dicotomía del blanco y el negro como realidad, detestando los grises que, por consecuencia de ella, siempre existen.
Invertimos tiempo y palabra en repudiar los antecedentes y sus circunstancias para dejar en el olvido nuestra propia historia pública, para crear esa poderosa desorientación de la que solo se salva el totalitarismo del ruido. Hay que reconocer que con estos mimbres es difícil que alguien se arrime a su propia responsabilidad pública y asuma en conciencia su deber social. Mientras tanto, señalamos el acuerdo en la dicotomía de quienes lo hacen para sacar tajada conveniente según el color que lo protagoniza. Y mientras, los liderazgos mayoritarios enfundan lo más grotesco de la vida pública, abriendo la puerta de atrás para enaltecer principios insolidarios y anacrónicos.
Definitivamente, regresamos al ruido constante bien amplificado en la comunicación diaria, en donde se ensordece el razonamiento y equidades para aplastar la honestidad frente a la impudicia. Ya lo decía el emblemático John Lennon, “una conspiración habla más fuerte que las palabras.” Y con ella, volveremos a quedarnos sordos ante la injusticia y la falta de verdad bajo la jurisdicción de la fatalidad.
PUEDES ESCUCHARLO EN @LAVOZSILENCIOSA.NET
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