EL PODER DEL PANDILLAJE
Decía Jaume Perich, uno de los fundadores de la histórica revista Hermano Lobo, que “Gracias a la libertad de expresión hoy ya es posible decir que un gobernante es un inútil sin que nos pase nada. Al gobernante tampoco”. Y si miramos a nuestro alrededor podríamos decir que se acerca a esta endiablada actualidad, donde uno sabe como empieza la semana pero sin dar un duro a lo que pueda acontecer al final de ella. Hace tiempo que versiones politólogas y comunicacionales nos refrendan este mal fario en el que nos encontramos entre la libertad de expresión y opinión, la veracidad de los hechos o la polarización social. Y esta última, excesivamente manoseada, para justificar excesos de parte o respaldar al vocero idolatrado. Una excitante mala interpretación de derechos fundamentales que, como decía El Perich, a nadie le pasa nada ni por defecto ni por exceso. La semana ha concluido como el mejor argumento desde lo local hasta el ámbito de esa internacionalidad que empieza a doler en demasía ante tanta inoperancia y demasiados epítetos. Algo nos pasa como sociedad cuando somos beligerantes con los que se atreven a dar voz a sus posiciones mientras escurrimos el bulto ante quienes señalan a los divergentes. Nos olvidamos de nuestros fundamentos constitucionales como pueblo para endiosar a quienes simplemente nos representan por mandato democrático, dejándoles la posibilidad de afearnos nuestro decir y opinar. Reconozcamos que le damos crédito y poder a ese estilo de pandillaje con el que se hace el trabajo sucio dentro de la sociedad y se aúna esfuerzos contra quienes se señalan como diferentes. Una estrategia social que aísla a quienes apostamos por señalar las diferencias como argumento de entendimiento y mejora y, en cambio, agrupa a los arrebatapuñadas digitales que se marcan sus argumentos con el meme repetitivo y la oquedad de la palabra.
Esta actitud pusilánime sobre nuestra opinión y el pensamiento crítico personal nos detiene en excesivos estorbos para seguir esquivos a la crítica constructiva de nuestro entorno o la indiferencia ante el exterminio genocida de un pueblo sin defensa.
Mientras tanto, continuamos arrestados ante estas pandillas que asaltan nuestra opinión a golpe de insulto o, peor aún, de señalamiento público para etiquetarte en bandos, que alinean a los contrincantes desde la colorimetría partidista dejándonos indefensos ante el linchamiento programado .
Hace tiempo que ganaron la partida esas cuadrillas que susurraban patriotismos de golpes de pecho para convertirse en los nuevos caciques que niegan la política como bien común para hacer su propia política barriobajera.
Tal vez sería el momento de recordar aquello que predice Noam Chomsky, que “Si no creemos en la libertad de expresión de aquellos que despreciamos, no creemos en ella en absoluto.” Un boomerang que actualmente nunca acierta en su objetivo pero sigue sin regresar a las manos de una sociedad que sabe criticar y respetar, dejándonos al son esquivo de los intereses de unos pocos donde siempre perderemos la mayoría.
PUEDES ESCUCHARLO EN @LAVOZSILENCIOSA.NET
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