DÉJAME EN PAZ

 


En los años 80, entre su historia discográfica, Victor Manuel nos susurraba en voz quebrada el grito imperante que siempre acude con desprecio ante tantas indolencias del poder y su suerte. Aquel “Déjame en paz”, con su currículum de redentores y desmemoriados que echan la historia para atrás en nombre de la libertad. Acertada reflexión bajo la batuta del tiempo para desmigar este momento nuestro tan eufórico de eslóganes y empobrecido de pisadas certeras. Al igual que en las grandes crisis económicas pasadas, seguimos apostando por la deslealtad al presente, deambulando como gallinas sin cabeza detrás de la anécdota lejana y olvidando el contexto de las crónicas plurales sobre demasiados hechos que conforman la historia. Un amasijo de pretéritos que comienzan en primera persona del singular para olvidarse de la del plural. Nada tan errático como deconstruir la realidad desde el catalejo personalísimo de cada uno de nosotros. Una actitud que siempre marida con el mensaje excluyente donde siempre tendremos buenas razones para polarizar con los demás. Y es por ello por lo que el siempre manoseado discurso populista reivindica, en cualquier época, la simpleza en las soluciones para atrincherar la inacción ante los problemas. Reconozcamos que se hace mucho más amable y facilón regresar a posiciones ofuscadas donde seguir atesorando indignación en cualquiera de los lados de la historia. Mimetizamos con la mofa diaria para engrandecer nuestra ceguera ante la dimensión íntegra de los hechos y propagar vacío al incompleto mensaje. Hace casi 100 años nuestra civilización vivió una de las mayores crisis económicas por aquello de que los estornudos terminan afectando a la totalidad. De aquella nos pudimos recomponer con demasiado sufrimiento tras vagar entre soluciones belicistas tan propias de la mediocridad de los tiempos. Tal vez si nos diéramos un poco de perspectiva podríamos abastecer al mensaje público de algo más de trama, aunque con ello dejemos a un lado nuestros propios estereotipos personales agrandando convicciones integradoras, por lo de no repetir en demasía los errores. Bastante tenemos con saber cómo caminamos y junto a quién para desperdiciar la oportunidad de superar esta actualidad que rectifica siempre por el mismo lado. Lo aciago para el conjunto de todos, nos mantendrá demasiado expuestos a la fragilidad de siempre y sin dejarnos en paz.


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