POR LO QUE FUERON, SOMOS
Un año más nos quedamos con ese sabor rumiante tras rememorar una nueva jornada del 8M que siempre desborda objetivos y aprieta conciencias. Nunca entenderé ese trabajo incansable para destripar algo que forma parte de nuestra propia historia y siempre arropada por la justicia social. El feminismo ha tenido siempre la virtud de eternizar la memoria de la proporción mayoritaria de la sociedad y ha sabido anclarse a la conciencia plural de casi todas ellas. Pero como en otras facetas de la liza colectiva, la lucha de las mujeres tiene su baneo donde mostrar, una vez más, el aporte siempre polarizado de demasiados derechos. Gracias al compromiso de generaciones anteriores, podemos tener una posición mucho más efectiva y efectista que hace décadas. Sonroja la falta de memoria por parte de quienes siguen relatando la nostalgia de aquellas que, sin etiquetas, hicieron el trabajo de soportar un tiempo que sabía más a obligación y sumisión. Las mujeres que fueron nuestras abuelas o bisabuelas hacían patria social desde el plano más obtuso de la historia y sembraron un hilo comunicante donde doblegar la docilidad por la resistencia. Cada generación de mujeres han supeditado su propia existencia a reconocer un futuro mucho más crediticio con ellas mismas. La lucha de las mujeres ha supuesto siempre la credibilidad de los valores sociales y democráticos donde unir igualdad, justicia y solidaridad. Reconozcamos que, al igual que otros muchos valores, el feminismo ha tenido sus detractores por aquello de exponer demasiadas discrepancias con una realidad donde los hechos siguen anclando excesivas intolerancias con nosotras. Las mujeres no somos un colectivo distintivo. Las mujeres hemos sido y somos la parte indispensable de una sociedad que va tomando caminos de acuerdo a la propia crónica del tiempo. Nada ni nadie debería dudar sobre la necesidad de romper estereotipos que siguen perfilando tantos mantras para dinamitar un movimiento feminista que siempre ha ido por delante de la propia historia. Si fueron nuestras abuelas y nuestras madres, ahora somos nosotras con el compromiso hacia nuestras hijas. Cada lectura va a seguir significando un antes y un después para continuar dando proporcionalidad a esta sociedad que, desgraciadamente, se eterniza en el anhelo de un mundo mejor. Decía la cantante británica Annie Lennox que “si valoramos lo que hemos heredado de manera gratuita del esfuerzo de otras mujeres que lucharon antes, sin duda es moralmente ético levantarnos y decir: Sí, soy feminista”. En esta última época que nos ha tocado vivir, hace tiempo que hemos desbaratado demasiados valores sociales donde gana siempre el y tú más por aquello de embolsar a la realidad con el tú menos. Una estrategia que ha envalentonado a muchos rupturistas del consenso y el diálogo. A pesar de ello, una vez más el feminismo servirá de catalizador en ese alejamiento falsamente equidistante para una sociedad que más que nunca necesita volver a tener referencias concretas y ciertas de la propia realidad. Y en esa contención estaremos nuevamente como modelo que nos salvará de los pasados discretos para conseguir futuros de libertad. Y de ello, las mujeres somos las que más sabemos.
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