INTENCIONALIDADES MANIFIESTAS

 

Vivimos en una pericia visual donde ya no necesitamos abrir la ventana para ver si llueve. Reasignamos nuestra capacidad de saber y entender a los portadores de información masiva que nos marcan, ya sin disimulo, la reacción que debemos tener ante lo que acontece. Reordenamos nuestra experiencia de acuerdo a lo que nos cuentan y esperamos plácidamente al totem partidario para seguir argumentando nuestro pequeño universo personal. Decía el filósofo de la diferencia, Jaques Derriba que “lo relevante en la mentira no es nunca su contenido, sino la intencionalidad del que miente”. Y si repasamos con sinceridad la crónica del relato público, el resumen deconstructivo queda reflejado en el empeño de ganar la reseña en el tabloide digital de nuestra actualidad. Es por ello que el número de engaños pasa casi desapercibido en ese afán por cautivar la intención de los sentimientos, por aquello de llevar a la opinión pública al redil de la conmoción como estrategia de convicción. Pasamos de puntillas ante los hechos para sonrojarnos de los aspectos, los portes y sus apariencias, y descifrar incautamente la idea y el pensamiento como hilo conductor de la estrategia siempre presente. Esta nueva teoría de la mentira manifiesta con la que se hilvana el discurso entre lo opuesto ha conseguido desacreditarnos como elementos principales de la reflexión y colocarnos el cartel del siempre convencido de parte. Mientras tanto, lidiamos con fangos físicos y mentales sobre esta realidad que aborda más allá de nuestras fronteras para reconfortar esta deconstrucción mundial donde la intención queda cada vez más confirmada en los estereotipos sociales. Y a pesar de la evidencia, seguimos silbando al viento para apresurar el paso hacia nuestro estado de confort donde preservar el ad libitum propio.

Por otra parte, en esa mediocridad repetitiva del embuste, las mal llamadas élites políticas consiguen dilatar esa holgura de la responsabilidad en la que diluir la verdad para endosar a otros lo que es de su propia competencia. Un nuevo mapa de gobernanza donde los incumplimientos comienzan desde el principio al desmembrar la falta de empuje entre el legislar y ejecutar. Hemos dejado que perviertan las estructuras democráticas para maquinar la intriga de unos contra otros. Un panorama que ha servido de aliño a unos nuevos modos donde el insulto envalentona el contexto y la mentira afianza al bravucón de turno. Tal vez, como apuntaba certeramente Derrida, mientras que la mentira política tradicional se apoyaba en el secreto, la mentira política moderna ya no esconde nada tras de sí”. Y viendo el espectáculo de nuestros días podemos confirmarlo. Lo malo es que detrás de ello, estaremos el resto viéndolas venir en el desierto de la nada.


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