LA CLAQUE
Reconozcamos que nos está quedando un tiempo muy resultón, con demasiadas entretelas para acostumbrarnos a ese ruido, casi permanente, con el que retorcer cualquier dato o hecho y lidiar una nueva trama para conspirar contra nosotros mismos. Leía hace tiempo a Juan Manuel de Prada en su columna de opinión que “una vez que se deshumaniza al rival político, resulta inevitable extender la deshumanización a todos sus adeptos”. Y lleva toda la razón para esta práctica tan constante en la que conjugamos con el superlativo para jugar a la bronca diaria en la que chapoteamos con el ingenio desmedido. Hacemos seguidismo de una nueva estirpe que actúa como las mejores claques del espectáculo por aquello de digerir los primeros minutos de un informativo. Ese pago diario a los líderes de nuestro tiempo reafirma demasiada mentira en este guiñol de buenos y malos. Una consecuencia de esa deshumanización del contrario donde ya no cabe el argumento más allá de considerar al enemigo para dejar las razones y rumiar las tripas. Si hacemos un poco de reflexión desde nuestra experiencia personal, encontramos demasiadas pruebas para enganchar ese hilo conductor al que seguimos atados desde hace tiempo. Desde el principio de esta nueva era democrática hemos dejado demasiados flecos desde los que se han alimentado ciertas voces oscuras que supieron taparse para hacerse fuertes con esta nueva valentía social donde nos dejan exhaustos con la mentira de turno. Y si en un principio los ataques resultaban jugosos en la personalización de los representantes, ahora entramos en la masificación de los enemigos de parte donde humillar con el descalificativo personal y la intolerancia grupal. Asumimos el descrédito colectivo, la amenaza constante y el complot subversivo. Y en este punto, ya no se salva nadie. Afianzamos nuestro delirio personal con el desdoro de cualquier ciudadano que manifieste su desazón o su apoyo. Desmerecemos la formación de cualquiera que se atreva a contradecir nuestro criterio y reconfortamos nuestra ignorancia personal bajo el palio del escarnio. Es cierto que nuestra comunicación interpersonal ha quedado anulada por esa modalidad más directa y abrupta desde esas malogradas redes sociales que abaratan la reflexión para jugar a esa viralidad que en algún momento acabará infectando nuestra propia inteligencia. Eso sí, seguiremos abanicando nuestra estupidez para deambular por la mejor claque que encontremos, a pesar de estar tan ciegos.
También puedes escucharlo en @lavozsilenciosaradio.net
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