LA HEBDÓMADA DEL CAPITAL

 


Hay semanas que terminan con cierto repliegue de incomprensión y desesperanza. Esa hebdómada que parece no describir nada de lo que sentirnos más o menos orgullosos. Este frenesí diario queda olvidado rápidamente como las páginas de los periódicos, relegando al anecdotario de café las desgracias de algunos o las necesidades de otros. Algo trivial sigue pernoctando en esta sociedad como promotor de demasiados estados viscerales que sirven de figurante para el mejor casting publicitario. Será por ello que seguimos escribiendo la historia alejados de esa solidaridad que nos hace estar bien cuando el que tenemos al lado también lo está. Una utopía de principiante para esta civilización que olvida pronto cómo escalar en ese variopinto tratado de principios tan diversos y contradictorios como las justificaciones desinfladas de turno.

Así nos hemos enterado del alegato principal del mundo económico que nunca pincha en hueso. Más de cinco días de especulaciones, opiniones, enfados y, especialmente, coyunturas políticas donde arrear necesariamente al contrario y cazar ventaja en este tiempo de eterno-campaña electoral, que luego todo son prisas.

Lo deslumbrante de la situación es que rebuscamos abogaderas que avalen aquello de la economía social dando prioridad al factor humano y el derecho al trabajo frente a los beneficios del capital. Difícil tarea cuando la rentabilidad explícita de las grandes compañías continúa rigiendo sus ampulosas tomas de decisiones. Mientras tanto, esa muchedumbre que conformamos entre todos recibimos con cierto frenesí la importancia de estas cosas de las grandes corporaciones y qué tan fácilmente olvidan sus compromisos sociales. Deberíamos devolverles el abandono con algo más de indiferencia por aquello de retomar lo fundamental en nuestra propia agenda de prioridades. Nos estimulan con una cantidad ingente de explicaciones y contraexplicaciones incluso para acusar a todo bicho viviente de desviar la atención en el juego trilero del disimulo político. Lo cierto es que al final lo que esquivamos es lo que nos rodea: de adolescentes que sufren y se hartan demasiado pronto de este mundo, de la falta de respeto hacia la diferencia y la diversidad, de cómo enfermamos sutilmente nuestro pensamiento o cómo la gente mayor tiene que volver a levantarse para exigir respeto y dignidad. Excesivos intentos para superar esa indefensión aprendida y defendida por el psicólogo Martin Seligman, apuntando aquello de que “curarse de los aspectos negativos no produce aspectos positivos”. Algo de ello seguimos alimentando con tantos señalamientos, olvidando la afirmación y la eficacia que distingue a una sociedad que persigue participar, porque hasta los débiles mantienen su fuerza gracias a la solidaridad que custodia a los que seguimos teniendo al lado.

Comentarios

  1. Estimada Sara.
    Hablando con claridad, las grandes corporaciones tienen un morro que se lo pisan, especulan con absolutamente todo que les pueda generar beneficios sin importarles el daño que le hacen a la sociedad.
    Es evidente que la sociedad actual necesita a estas grandes corporaciones, pero deben respetar las reglas de toda sociedad democrática y si me apuras capitalista y no desangrar a la gente cuando las cosas les van bien y pedir ayuda al estado cuando les van mal.

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    1. Abandonaron hace mucho eso de la economía social, lo malo es que la ciudadanía también. Gracias siempre por tus comentarios 👍

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