EL MACUTO DE MARZO

 


Marzo siempre nos trae ciertas fechas que saben a esa necesidad de tiempos nuevos. Duerme entre lluvias que revientan caminos y mañanas que aceleran los amaneceres con esos primeros aromas de primavera. En nuestro país, este mes intrépido, que transita con el cortejo de una nueva estación, nos arranca demasiadas oportunidades para compartir en la calle y combatir en suficientes causas que todavía recorren nuestra existencia. Con el violeta en las manos, y a pesar del ruido abrupto de nuevas normas legislativas que parecen abanderar una retahíla inacabable de adjetivos, el 8M pasó con más gloria de la que muchos pronosticaban en los concilios mediáticos de la supuesta opinión pública diaria. Un año más, las mujeres tuvimos una nueva ocasión para reivindicar nuestra destreza con el futuro, a pesar de estos presentes que todavía aprietan muchas demandas vitales en la diversidad de esta sociedad que aún adolece de esa falta de igualdad desde tantas vertientes y lugares. Un feminismo que debe seguir aglutinando realidades en los cuatro puntos cardinales de este mundo que sigue arrastrando los pies de la justicia social, y por tanto, no deberíamos dar ni un paso atrás para seguir envolviendo con la bandera de la solidaridad tantas realidades diferentes y, cómo no, tantas exigencias imprescindibles para este colectivo que supera el 50% de nuestra sociedad.

Y sin casi tiempo para redoblar nuestras pancartas hasta el año que viene, en nuestro país se hace siempre un silencio para recordarnos aquel 11 de marzo que recalculó la existencia de muchas personas y familias de forma tan cruenta y dejarnos en ese mutismo que ahoga la certeza de lo que ven nuestros ojos. Ese silencio imperativo cedió posteriormente a demasiadas mentiras que rayaron el insulto a la inteligencia y que siguen reponiendo versiones para cada celebración por el recuerdo de aquellos días de dolor y angustia. De todo ello todavía hay quienes reeditan todas las falacias que terminan despreciando la historia en sí misma, dejando la posibilidad de reabrir las teorías conspiranoicas de turno por aquello de intentar cambiar la historia de lo que fueron. En nuestro país se ha puesto de moda eso de hilar muy fino con el presente y seguir con la comedia en los sanedrines mediáticos, donde continúan enroscando grandes epítetos como titulares para conseguir el minuto de oro que se repetirá en la redes sociales indolentemente. Mientras tanto, se deshilachan los flecos de nuestra historia para dejar en el olvido todas las cuentas pendientes que siguen penando en la memoria de muchos, a pesar de la desmemoria enquistada de otros. Escribe Pablo Sciuto, poeta y cantautor uruguayo, que “los derechos se crean desde el embrión de la verdad y la memoria”. De la primera, reconozcamos que sigue enjaulada entre los estereotipos de quienes se creen líderes de ella con una recua de narices respingonas como desaire de lo que nos rodea. De la segunda dependerá nuestra capacidad para seguir recogiendo lo imprescindible, por aquello de legar algo más allá de la palabrería contemporánea a quienes serán por lo que hemos llegado a ser nosotros. En ese macuto todavía cabe la esperanza y la reparación para todos.

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