EL ARTE DE LA PIEL

 


Hay ciertas siglas de nuestro panorama político que desenfundan, a la primera de cambio, las palabras mágicas del frentismo más populista en estos tiempos donde el respeto y la tolerancia han hecho aguas en demasiados barcos de papel. Dejando a un lado los encendidos navideños que tanto nos alegran el tránsito diario, sus señorías están al loro para redoblar esfuerzos en un nuevo año que se promete excesivamente aciago para la política en mayúsculas. No llego a entender muy bien una estrategia que, en broma en broma, lleva algo más de una legislatura corrompiendo el sentido estricto de una constitución que cada día leemos menos y pateamos más. Recurrir a argumentarios llenos de linchamiento ideológico de taberna para desprestigiar a quienes representan la soberanía de una sociedad, electrifica el poder democrático de las ideas, con sus enfrentamientos lógicos y pedagógicos, en una sociedad que parece olvidar cada día que en la diversidad se multiplica la esencia del respeto mutuo.

La utilización de tanta terminología golpista empieza a deteriorar las líneas rojas de la convivencia sin darnos cuenta de que sin ellas ya arrastramos desgraciados procesos históricos donde unos cuantos puedan creerse la indigencia del poderoso por la fuerza. Eso sí, sigo pensando que somos muchos los que analizamos el mensaje repetitivo y sus connotaciones para prevenir posicionamientos tan peligrosos que no tengamos posibilidad de desandar barrizales. Lo peor de todo es que en el origen de toda esta vorágine peligrosa se encuentra la hostil actitud de quienes necesitan reponer sus poderes ante los contrarios con demasiada prisa inconstitucional.

El alarmismo de estos días, donde aparecen gurús defenestrados de las tertulias mediáticas o los estertores de algunos representantes que ven una oportunidad para no desaparecer en el olvido de las urnas, crea un desaire demasiado evidente para una ciudadanía a la que todavía acecha el miedo ante las consecuencias de un conflicto bélico internacional que desestabiliza cualquier necesidad de esperanza consolidada.

En nuestro país hemos tenido demasiados ejemplos sobre eso de vencer o convencer. Elegir los senderos acortados para deteriorar las instituciones a costa de la legalidad y la transparencia tiene demasiadas consecuencias obtusas en nuestra historia para ni siquiera rozarlas con un puntapié. Decía nuestro poeta cordobés, Antonio Gala, que “la dictadura se presenta acorazada porque ha de vencer. La democracia se presenta desnuda porque ha de convencer”. Así que es una cuestión de tiempos, de acortarlos para que ganen batallas los abanderados de sus ideas o para apostar por la coyuntura política siempre abrazada al debate de las ideas y la diversidad de posiciones. En la elección colectiva siempre está la respuesta, y en esta, la esencia de una sociedad acostada en el respeto mutuo. Y ya saben, gracias a la desnudez es cuando apreciamos el arte de la piel, y esa sí que no nos engaña.

Comentarios

  1. No hay justificación para que el poder judicial y el Partido Popular no cumplan con la constitución, y encima quieran deslegitimar el poder que ejerce el pueblo en las urnas.
    Es obvio que en este país aún tienen mucho poder “los poderes facticos” y su único objetivo es proteger su estatus social y su poder.
    Cuando el PP pide elecciones anticipadas lo hace por volver a controlarlo todo.

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