LAS SOPITAS

 


Hay que reconocer que desde el último acerbo cloaquero que ha servido para el chismorreo patrio, nuestro panorama mediático ya no es lo mismo. A pesar de las importantes decisiones y los hechos preocupantes que se están produciendo, los espadas de la información comentada han decidido adelantar sus vacaciones y empezar a redimir explicaciones con el bálsamo del silencio. Mientras tanto, han dejado en la batalla a quienes reconocen afectos que son, por otra parte, muy comprensibles. La amistad en el periodismo también existe, y el colegueo mucho más. Lo preocupante es que tengamos que presenciar que esa vanidad que encumbra entre comidas y coches oficiales sea la tapadera axfisiante de esa labor de mediación entre lo que ocurre y la ciudadanía y que nos deja en el barrizal de demasiadas mentiras. Más preocupante es establecer, una vez más, esa caja de pandora en la capital de nuestro país, donde se juega el cobre la veracidad de cualquier situación, aunque nadie se presente al lugar de los hechos, y a especular en clave capitalina hasta de lo bueno o lo malo del rural. Y ahí andamos, entre cafecitos con leche en la plaza Mayor y las sopitas entre políticos de variopintos colores. En algún momento, la clase periodística de este país cambió aquello de la equidistancia con las fuentes a la equidistancia con la verdad. Para poder llegar al punto más claro sobre la veracidad de los hechos es imprescindible clavar estacas que nos dejen ver el bosque y no sobrepasar esos límites. Y como ocurre con otras profesiones, es difícil hablar verdades con los afectos por en medio. De esta forma, hemos pasado de intentar informar a alguien a poner toda la artillería en convencer, y claro, en eso esta profesión tiene todas las de perder. Mientras tanto, las bocas de muchos han quedado endeudadas con el justificante de la profesión para más enojo. Un tremendo error llegar a pisar esas arenas movedizas donde ganan los que saben succionar entre las medio verdades de siempre, pero que para la sociedad y sus mediadores son siempre mentira. A lo mejor podemos empezar a comprender que la ciudadanía lleve tanto tiempo en crisis permanente con los medios de comunicación y mire con incredulidad lo que se les ofrece diariamente, con sesgos que saben más de pensamientos únicos que de la debida diversidad de opciones. A lo mejor podemos recuperar esta imprescindible labor que afianza democracias y garantiza derechos. Como decía García Márquez: “el periodismo es el mejor oficio del mundo”, pero para ello también lo advertía Kapuscinski: “cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante”. Pues llegados a este punto, no nos queda otra cosa que redimir y elegir. Eso sí, para esta elección, la esencia de acertar solamente estará en las buenas personas.

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