LA JURISDICCIÓN DE LA CONSPIRACIÓN

Decía el trigésimo cuarto presidente norteamericano, D. Eisenhower, que “Si un partido político no tiene su fundamento en la decisión de promover una causa por derecho y moral, entonces no es un partido político, sino que no es más que una conspiración para tomar el poder.” Reconozcamos que nuestra actualidad nacional se ha adentrado en un movimiento sonámbulo de dimes y diretes, tan propios de una sociedad narcotizada, herida de confusión y fanatismo. No es la primera vez que las cadenas del poder oculto reprueban el presente a base de eslóganes que rechinan en un principio, pero que hacen gordo el caldo del infortunio y la hecatombe final de los ciclos sociales. Perdida la batalla de los datos y los contextos, aupamos el oscurantismo de las filtraciones interesadas, las incertidumbres aclamadas como ciertas y la devastación como consigna. Malogramos las causas socioeconómicas y políticas a cambio de campañas personalísimas en contra de unos para ensalzar a otros. Nada de todo ...