LA RECONCILIACIÓN DE LOS TIEMPOS

 


Decía Mark Twain que “el perdón es la fragancia que derrama la violeta en el talón que la aplastó”. Hermosa dicotomía entre el dolor y la fragancia que nos deja a nosotros mismos como responsables de la imprescindible reconciliación con nuestro tiempo. Mientras entretenemos los hechos entre especulaciones de igualdad y desdén, empezamos a compartir demasiada estopa para este país que siempre blinda en demasía la intolerancia y el agravio como tinte de desprecio. Reconozcamos que somos campeones en retorcer conceptos y enseñanzas para debatir desde el ombligo las obligaciones y derechos que tanto embellecen la teoría, y en la práctica quedan olvidadas entre la métrica del partidismo de turno. Como en la mejor campaña de marketing, nos persigue un tufillo de sabedores de futuribles dejando la racionalidad de lado y experimentando la insaciable necesidad de los sentimientos para alardear, una vez más, del mejor thriller de posverdad. Tanto es así que, sin contemplar estrenos inminentes, ya tenemos los bandos bien alineados para comenzar el combate. Lo intolerable de esta situación tan presente es que los imprescindibles estamentos de esta patria jueguen a las prisas para ponerse en posición preventiva de ataque. Todo un esperpento de simbología de parte que en nada construye para dejar de lado los hechos y sus consecuencias. Lo temeroso de todo esto es seguir estirando la cuerda desde muchas partes para aglutinar demasiados extremos en lugar de unificar criterios colectivos. Jugamos a la igualdad en una sociedad que sigue dependiendo de excesivos escalones donde arrastrar incuestionables desemejanzas liderando la utopía de la justicia.

Todavía nos queda muy lejos esa fragancia de la violeta para entender el talón de Aquiles que tantas veces deposita su fuerza en una sociedad hambrienta de obstáculos donde aparentar ese rigor que necesitamos diariamente. Mientras dejamos que unos y otros sigan polarizando entre dogmas de demasiadas imposturas, queda en el suelo nuestra racionalidad en la escucha y la propuesta. Del todo vales hemos pasado a que nada valga, olvidando la reconciliación de posiciones y retomar el tiempo que seguimos perdiendo. Decía Calderón de la Barca que “vencer y perdonar es vencer dos veces”, y en esta tesitura parece que gana el derrocamiento a la contención. Al final nos quedará la duda sobre quién venció a quién mientras retorcemos el maldito palito de la indolencia.





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