CANDIDATUM

 


Retomamos el camino de esas obligaciones tan cívicas y demostrativas del poder colectivo y la obligación responsable de entonar la reflexión personal sobre nuestro futuro como sociedad. Aunque la descripción no carece de ningún mal calificativo, la realidad es que, entre todos, hemos conseguido una reacción de desidia sobre algo que, nos guste o no, garantiza los mejores compromisos hacia una gobernabilidad que resulte lo más positivo para todos.

Dejando de lado la hermosa teoría política que refrenda la democracia universal, nos toca tomar con esperanza y responsabilidad la decisión personal sobre lo que queremos para nuestras comunidades locales y en la mayoría de nuestras administraciones autonómicas. A pesar de lo que decía uno de los padres de Europa, Alcide De Gaspari, sobre que “un político mira a las próximas elecciones pero un estadista mira a la próxima generación”, el derecho a elegir y la garantía de, por lo menos, optar por aquello que consideramos va a ser mejor para toda la colectividad, sigue siendo el objetivo imperecedero de nuestra democracia.

La campaña electoral rearma cestos de confusión entre lo que quieren que elijamos, muy loable como objetivo de partido, pero cada vez más alejado del fin último que es la voluntad popular sobre lo que tenemos por delante. En ningún caso deberíamos confundir las estrategias del marketing político, que va más allá del objetivo electoral por la que se presenta un proyecto y una candidatura.

Estas alforjas que transitarán por nuestras plazas y calles deberían llenarse de intereses públicos más allá de la propaganda que sabe, a veces demasiado, a esa colorimetría y al solfeo pegadizo de megafonía. Tal vez hemos perdido el sentido del compromiso con derechos y obligaciones universales para retorcer nuestra libre evaluación con un pacto demasiado obtuso en las formaciones políticas, acostumbrándonos a lo facilón tanto del contexto como del mensaje. En las manos de la sociedad civil se encuentra el futuro de lo que tenemos. Pero también es una obligación específica sobre las generaciones venideras que puedan contar con esa memoria que sabe a una sociedad avanzada en sus obligaciones en favor de mejores esperanzas.

Es el momento del “candidatum”, aquel que también compromete su responsabilidad pública y personal, que se debe a su comunidad más allá del pacto con unas determinadas siglas. Precisamente en ese contrato social se encuentra la esencia de nuestra sociedad, arrimando garantías que obliguen a quienes nos representan porque también nos hemos obligado nosotros para exigir que rindan cuentas. En verdad, de eso se trata.



📌Desde @lavozsilenciosa.net




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