TIEMPO PARA REGRESAR

 


El final del verano reaparece en los días expertos de existencia para organizar, nuevamente, esas agendas que saben más de tareas y menos de tiempo. Cada uno, mejor o peor, recupera ese ritmo estoico de la rutina con las metas que sirven de trampolín para editar un nuevo curso vital. Nos encanta terminar para comenzar, y aunque parezca obvio, en ese punto siempre está parte de nuestra redención diaria. Hemos tenido un verano excesivo en todos los aspectos, demasiado calor, demasiados incendios, demasiada inflación y, como siempre, demasiada palabrería. Pero a diferencia de otras ocasiones excesivas, debo reconocer que no han formado en demasía el epicentro de nuestro tiempo estival. La saturación informativa de otras etapas nos ha llevado a dejar de lado tanta insolencia para prestar más atención de aquellos encuentros perdidos durante la pandemia. Menos actualidad y más vitalidad. Posiblemente ha sido la mejor enseñanza de esta época que nos parece tan ingrata.

Y como decía en mis reflexiones antes del necesario parón estival, sentía el acierto en las decisiones mucho más personales para dejar de lado esta espiral social demasiado llena de silencios con abruptos remolinos de los envalentonados de siempre. Septiembre llega con la traca final de este verano tan convencido de normalidad a pesar de la incertidumbre sobre lo que nos depara. Una inseguridad que siempre ha formado parte de la existencia humana muy a nuestro pesar. La mayoría retomaremos la cotidianeidad que merecemos y con la mirada en ese otoño que tanto se han preocupado en avisarnos diariamente de su cercanía al cataclismo mundial. Todo un ejercicio de colectivizar ese miedo que destruye lo mejor de la humanidad, descabezando valores que no saben de banderas pero que son imprescindibles para universalizar la armonía de quienes andamos por este mundo.

Me queda la esperanza que este nuevo regreso sepa más de tolerancia entre diferentes que de sentimientos patrios que desalojan la solidaridad. Hasta me atrevería a pensar que cualquiera de nosotros hemos disfrutado de volver a tocar la tierra con la manos y evidenciar todo lo que dependemos de su buena salud. E incluso me atrevería a considerar que la ingrata polarización social ha sido un experimento de unos pocos y que la mayoría nos hemos dado cuenta. Ya lo decía el dramaturgo y Premio Nobel Bernard Shaw: el odio es la venganza de un cobarde intimidado”, y a esos sería mejor mandarlos al rincón oscuro. Espero que esas calenturas otoñales, que tanto nos advierten, sepan más a un tiempo de desinflamación que a la virulencia que podemos crear entre todos. Y lo digo con el convencimiento de saber de la existencia de esos pocos cobardes intimidados que seguirán acechando el bienestar de cualquiera de nosotros. Ellos no regresan porque siempre han estado allí. Lo importante es saber que tienen la batalla perdida porque los del lado del respeto y la tolerancia somos muchos más. Esto va por ti, querido Isaac...

Comentarios

  1. Gracias Sara por el artículo.
    Como estoy jubilado lo de la vuelta de las vacaciones lo llevo muy bien, sobre todo porque desde que me jubile no sé qué es eso, bueno miento, me he escapado unas cuantas veces, pero como el escapismo es fuera del verano el regreso no se hace tan duro, aunque ahora que lo pienso es igual de duro que cuando se vuelve al trabajo, a mi me espera una jefa, una madre y toda la familia, pero no para darme una fiesta de bienvenida, sino para recordarme las múltiples tareas y obligaciones diarias. La tarea que peor llevo es la de llenar la cesta de la comida, cada día que pasa pago más por lo mismo, y si el del inicio de la cadena alimenticia cobra lo mismo que antes, alguien se esta enriqueciendo hasta las trancas.
    Hay un miembro del gobierno que ha dicho que habría que poner un tope al precio de determinados alimentos, y como era de esperar, ya han salido los empresarios, intermediarios y demás gente que cucha del bote sin pegar un palo al agua y sin arriesgar nada, diciendo que si eso no es constitucional, que si va en contra de la libertad del mercado, que si desestabilizaríamos la economía, etc., ect., pues bien, si eso no se puede hacer tendremos que hacer algo digo yo. Propongo aplicar la constitución de forma estricta, por ejemplo: Aplicar impuestos progresivos a todos y que no haya excepciones, el más cobre que más page de forma progresiva y como estamos en una democracia liberal que no haya un tope, por que los topes son rojos bolcheviques. Otra medida a tomar es que se cumpla la constitución respecto al derecho que tienen los ciudadanos de una casa, un trabajo y un jornal digno para poder vivir, y como no hay que poner topes máximos, propongo que se construyan el 50% de viviendas de protección oficial y otro 50% privadas, propongo que como no hay que poner topes, que los salarios suban al nivel del IPC.
    Bueno hoy me he pasado tres pueblos en mi comentario al artículo de Sara pero, aunque no siento el regreso de las vacaciones, lo que si siento es el regresó de nuestros políticos y los voceros de sus medios de comunicación.

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