VIEJOS CUADERNOS

 


Hablaba Platón de aquellos pilares del comportamiento humano basados en sus fuentes principales del deseo, la emoción y el conocimiento. Así, de repente, me encontraba el otro día con una vieja libreta de apuntes de mi juventud estudiantil. Un guiño del tiempo pasado que parece invitar a reflexiones que empoderen el paso de la vida sin que uno se percate con mucha elocuencia. Pero llegados a estos días  que parecen sucumbir a una zona de derribos sociales, ha sido una estimulante tentación rebuscar en las fuentes actuales de nuestra actualidad para evidenciar lo alejados que andamos del padre de la filosofía clásica. Como en un pequeño acertijo, reconozcamos que lo que viene siendo el conocimiento público como tal, se nos queda demasiado hinchado de medias verdades para seguir   exagerando el descrédito hacia nuestros opositores. Hoy por hoy, quien no tiene un buen puñado de opositores no es nadie. Rezumamos demasiadas veces con esa sabiduría populista para destronar en dos bofetadas virtuales cualquier tipo de argumentario que nos pudiera llevar a esa magia del discutir y compartir ideas, y cuanto más contrarias más enriquecedoras para las dos partes. Todo un fracaso que se nos queda bien enfundado en nuestra vida cotidiana tan aparente, donde cada vez vive mejor el individualismo y el desbarajuste antidemocrático.

Otra cosa es la emoción, esa sensación que debería redimir tantos desaires diarios y pernoctar con la esperanza de aquello que sigue fluyendo en nuestra capacidad de rebuscar opciones que agranden los ojos y compriman corazones. Hay que ser realista y en estos tiempos esas sensaciones nos las venden casi en bolsitas de colorines para darle un poco de aroma a esa necesidad de unificar sensaciones para sentirse dentro de un grupo, el que sea, que al final parece que así se  vive mejor.  Y entre estas dos variantes de nuestro comportamiento, tampoco tenemos en mejor posición esa fuerza del deseo que tantas batallas sociales y personales han dejado acariciar, en algún momento, la  soberbia de romper destinos escritos.

Así las cosas, y deambulando de la mejor manera posible con este verano pospandémico e inflacionista, por aquello de resumir en caracteres de twit, casi deseo y me emociona evocar que los grandes cambios siempre han sido posibles gracias a sonadas crisis. Demasiadas negaciones de realidades que, a pesar de estar ante nuestros ojos, renunciamos al conocimiento de quienes llevan décadas avisando del agotamiento del medio ambiente o de los recursos naturales imprescindibles para nuestra propia subsistencia. Demasiada oposición a realidades que enfrentan los mismos poderes de bloques donde siguen muriendo los jóvenes para que los viejos sigan haciendo sus batallas y enardeciendo sus egos. Demasiados deseos de superar al diferente para desacreditar, una vez más, la esperanza de una sociedad que se conoce y se emociona con un mundo un poco más feliz. Cierro el viejo cuaderno. El tiempo enseña que lo aprendido también se olvida.


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