LOS ENEMIGOS DE LA PATRIA

 


Reconozcamos que vivimos tiempos demasiado rígidos de sonrisas y muecas. Un espectáculo pavoroso con excesos de protagonistas de dos patas. Cada semana reponemos el capítulo especial y demasiado conocido de crisis inflamatorias en esto de la actualidad política que tan poco aporta pero que anida a demasiados incondicionales. Cada día reabrimos melones para refrescar lo fácil que es seguir escribiendo necedades ideológicas basadas en múltiples mentiras y pocas certezas. De alguna manera esta situación se veía venir desde hace tiempo, y el no por el no se ha convertido en el acoso y derribo no tanto de gobiernos, sino de nosotros mismos como sociedad. Esta congestión social se está dejando en el camino lo más importante, que sabe más a envoltorios de linaje patrio que del caminar diverso de quienes estamos por aquí.

Nos quejamos de nuestra política y sus protagonistas como si hubieran llegado desde una nave nodriza a invadir nuestras instituciones. Y reprendemos a esos medios de comunicación como la antesala de quienes no nos advierten de nuestras propias contradicciones. Ante tanto simplismo, es casi una consecuencia ingrata saber que, como ha ocurrido siempre, en las minorías que nunca tienen nada que perder afloran esos sentimientos de defensa hacia lo más volátil de nuestra existencia. Toda una flojera de racionalidad y compromiso que tan bien le viene a esta estación tan galbana.

Decía Francisco de Quevedo que “el amor a la patria siempre daña a la persona”. Tal vez en sus reflexiones políticas de aquel siglo de oro presentía que la contradicción siempre dejaba pendiendo de un hilo la capacidad de resolver, se afianzaba en las palabras grandes y dejaba en las esquinas los problemas de siempre.

Ciertamente es más fácil etiquetar problemas con la simplicidad de los egos externos enfundados en banderas que escrutar calles donde transitan demasiadas vidas apretadas de tiempo y soluciones. Toda una simplificación de nuestra existencia, donde olvidamos lo que ya decía Tagore cuando indicaba a los hombres que la tierra nutre como la verdadera patria.

Debo admitir que el seguimiento de tantas charlitas de unos y otros nos deja en entredicho ante demasiados problemas que siguen albergando el día a día de cualquiera de nosotros. Y me provoca demasiada desazón cuando se usa la patria de todos para abanderar intereses partidistas. Todo un revolcón al interés democrático que siempre es incluyente y no sabe de excluir a los contrarios.

Casi diría que, llegados a este punto, sería interesante que comenzaran las vacaciones lo antes posible para iniciar un tiempo de reflexión en la soledad de los tiempos que siempre nos dejan como único consuelo la elección de nuestro compañero de viaje. Una enésima oportunidad para disipar sentimientos que saben mucho a enemigos de nosotros mismos y para abrazar con dignidad la tierra de la diversidad y de las razones. Tal vez no lo tengamos todo perdido.

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