LA ESENCIA Y LA SAL

 


Ya lo decía Agatha Christie en su hotel Bertram, “ la vida es una calle de sentido único”. Y a pesar de esa característica tan esencial de la existencia, convengamos que las interpelaciones diarias a nuestros quehaceres parten en demasía sobre búsquedas equivocadas en cambios aleatorios de dirección, que como mucho nos llevan a una espiral de rotondas para regresar con estupor por donde hemos venido. Es cierto que muchos de los inputs de nuestros días discurren entre demasiado revisionismo de lo que fuimos a partir de la existencia de otros. Jugamos siempre entre comparativas para escurrir el bulto sobre nuestro presente o, en el mejor de los casos, para salir airosos de nuestros propios pecados. Toda una estrategia para mantenernos en esa glorieta infinita que algunos llaman actualidad, pero que parece más la zanahoria como atractivo anzuelo. El resultado de tantos reclamos es ese continuismo absurdo que nos emplaza siempre a las andanzas sobre lo que fuimos para dejar en las manos de otros todo lo que somos. Una carga demasiado uniforme para intentar creer en algo más que la estúpida raíz naranja.

En esta semana el paradigma bélico ha ido cambiando con la repetitiva estrategia del miedo, con nuevos avisos que saben a crisis alimentarias a nivel mundial en un planeta que lleva demasiado tiempo herido, aunque no lo veamos directamente. Una nueva rotonda para seguir perdiendo tiempo en esa circulación que nunca se mueve de ese punto de partida e impide progresar en lo que tenemos por delante. Reordenamos la esencia de nosotros mismos para caer en nuestros propios temores, esos de los que siempre se aprovechará alguno de los bandos que juegan a ser guardianes de esta coyuntura que sigue siendo simplemente la vida y, en ella, su descuento.

A pesar de seguir siendo indolentes con nuestro presente, en algún momento tendremos que asumir la continuidad de este camino que se llama tiempo y del que nadie es dueño. Será el momento de la ingrata caravana hacia eso que llamamos futuro, dejándonos, como siempre, el resoplido de las oportunidades perdidas. Una ocasión para los que siempre están en el arcén vendiendo la osadía de ofrecernos aquel pasado que ya no nos pertenece con el precio de quedar convertidos en estatuas de sal como la esposa de Lot. Una tentativa que dejará excesivas aristas para un mundo que sigue hambriento de oportunidades para la humanidad.



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