LA INCOMPRENSIÓN COMO SOLUCIÓN

 


Decía Albert Camus a su alumnado, allá por 1945, que: “No os predicaré la virtud, sino la pasión. No cedan cuando les digan que la inteligencia está siempre de más, cuando quieran demostrarles que está permitido mentir para tener éxito. No cedan y habrá libertad y pasión por la verdad”. Hermosa reflexión para aquellos tiempos que fueron tan ingratos como los que, parece, vivimos en la actualidad. Nuevamente el descrédito de tantos éxitos partidistas dejan en entredicho la necesaria lucha por nuestra pasión más genuina, la búsqueda de justas certezas. Una verdad siempre aristada de diversidad de posiciones en beneficio de esa totalidad que entendemos por sociedad. En estos días, estaremos de acuerdo en que se nos ha quedado un país excesivamente áspero con resultado denigrante para la convivencia y el respeto mutuo. Y admitamos que en algún momento hemos cedido parte de nuestra inteligencia social para permitir el éxito triunfalista de aquellos que gustan de recorrer caminos cortos para conseguir resultados inquietantes. Repetimos estereotipos de opinión para continuar tragando con una sociedad inflamada de violencia donde pierden demasiados damnificados. En unos días enterraremos a las últimas víctimas de la estupidez machista que sabe de su posición de poder a partir de sus relaciones filiales con sus propiedades particulares. Empieza a ser excesivamente grotesco este continuo goteo de violencia que nos arrastra a la vergüenza social por no tener mejores resortes para extirpar tanto dolor. Mientras tanto tenemos que escuchar el llanto y la pena de quienes nos representan para mostrarnos, una vez más, la cesión a la necedad y concluir que nada de esto puede ser entendido. Flaco favor para quienes, desde el anonimato, siguen sufriendo en este momento el yugo de la indefensión y el miedo de ser las próximas protagonistas de las páginas de sucesos. Flaco favor para la sociedad en su conjunto cuando quienes deben trabajar por las soluciones comienzan su alegato desde la incomprensión. Poco podemos esperar si, de entrada, no comprenden el problema. A lo mejor ese es el enigma más dañino. Negar la violencia machista requiere de posiciones que nunca darán con la solución y que debería estar injertada en una educación ética sobre la igualdad y el respeto por el otro. Una arista más para no ceder en esa búsqueda de libertad y pasión en nuestra verdad como seres humanos. Tampoco nos sirve esa equidistancia entre el machismo y el feminismo, una comparativa necia de conceptos contradictorios. Y negar la necesidad de establecer resortes jurídicos que abran la puerta a aquellas que siguen viviendo un infierno, es regresar, nuevamente, a la inoperancia de soluciones para seguir viviendo la tragedia de demasiados nombres propios.

Esta sociedad no necesita de más pececitos ni sirenas para exigir soluciones ante esta lacra que golpea la vida individual de muchas mujeres y sus familias. Esta sociedad tampoco necesita del frentismo sobre la dignidad de hombres y mujeres. Nuestra sociedad ya tiene demasiadas víctimas para llegar a más posiciones absurdas que siempre enaltecen a alguno de los sectores más reaccionarios. Porque si nos quedamos con las facciones de cada uno de los bandos seguiremos recogiendo a nuestros mártires en el núcleo de una pobre existencia.



Comentarios

  1. Buen articulo Sara. En mi opinión necesitamos un gobierno que de un paso certero y cambie algunas leyes. Creo que se radicaría bastante esos especímenes del que hablas, y hablamos.

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    1. Gracias siempre por tus comentarios. En verdad han mejorado muchísimo las acciones judiciales y mucho más con la aprobación de la ley del menor. Pero sigue pendiente la unidad social y menos partidismo. Un abrazo

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  2. Las distintas posturas siempre existirán, se lleva en la genética y las libertades de pensamiento del ser humano, caso aparte son los del pensamiento único dictatorial.
    Las leyes para solucionar el problema están, el problema es poner los medios y quitar de sus puestos a quienes impiden su cumplimiento, haciendo vejación de sus funciones.
    Cabe destacar la postura tolerante que demuestra una parte muy importante de la Iglesia con este problema.

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