EL BAITING POLÍTICO

 


Decía Sigmund Freud que “las emociones reprimidas nunca mueren. Están enterradas vivas y saldrán a la luz de la peor manera posible”. Una situación que cualquiera de nosotros, a nivel particular, hemos podido sufrir en nuestra experiencia vital. Encontrar el equilibrio en cada uno de los pasos que damos es demasiado difícil para acertar siempre. Sinceramente, pocas veces doblamos nuestro brazo ante el combate diario por la certeza de nuestros pensamientos frente a los contrarios. Somos más de quedarnos con nuestro propio silencio y mandar a paseo al adversario de turno hasta otro momento. Pero, ciertamente, con la llegada de las redes sociales esta equidistancia social ha volado por los aires, dejando siempre abierto el persistente descaro de hacer guetos de opinión ante cualquiera de los quehaceres políticos de nuestro país. Si a esto le añadimos la rocambolesca apreciación de sentirnos metidos en una batalla electoral casi universal, a pesar de su perímetro administrativo, la cosa tiene todos los visos de alcanzar el esperpento mediático en el que nos han metido. De una manera cuasi solapada se ha instalado eso que llamamos baiting, ese señuelo en forma de clic al que estamos tan acostumbrados y que en la gran piratería de la navegación por internet se ha convertido en una amenaza real que pocas veces somos capaces de detectar. Ese cebo tan deseable en el mundo de la manipulación es toda una estrategia para buena parte de la clase política actual. Se juega demasiado con las frases cortas o los binomios excéntricos que nada tienen que ver con la realidad que nos acecha cada día. En las campañas electorales se reafirman estos arpones para navegar en esta pesca sin cuartel de los ansiados votos de los electores. Desde hace ya muchos años la evidencia de los actos ha dejado patente que los programas electorales quedan olvidados desde el principio de las propuestas. Pero reconozcamos también que a día de hoy disponemos de más herramientas, aún no utilizándolas mucho, para advertir con mayor presteza el significado subrepticio de los mensajitos cortos en las redes sociales y su procedimiento para ser trending topic, aunque en nada mejore ni empeore la necesaria gestión de una administración.

Demasiada luz de gas estamos consintiendo la ciudadanía con la complicidad de los equilibrios equidistantes en los medios de comunicación actual. Tanto es así que al final todos picamos en ese clic que banaliza la buena política y nos arrastra a un fango desolador de las garantías que nos hemos dado en esta democracia que tantas veces herimos sin ningún tipo de miramiento. Flaco favor para una convivencia deseosa de argumentos divergentes para conseguir acciones que confluyan en el bien social.


Posiblemente, en este nuevo baiting político estamos consiguiendo con demasiada soltura una nueva forma de controvertir socialmente con la ley del mínimo esfuerzo. Ya no son necesarias demasiadas certezas porque hemos apostado por las creencias fanáticas de quienes se agrupan únicamente para hacer frente común contra los supuestos contrarios. Toda una mensajería de formas donde siempre encontramos el pero de turno para seguir agazapados en el recado del odio de siempre. Con este presente que tenemos, tal vez deberíamos reencontrarnos con el ímpetu de nuevos futuros que enmienden aquellos otros pasados que nos intentan acompañar con demasiada frecuencia. Como diría nuestro Unamuno, “deberíamos tratar de ser los padres de nuestro futuro en lugar de los descendientes de nuestro pasado”. Lo demás seguirá siendo un estúpido abuso psicológico que acabará con demasiados presentes.

Comentarios

  1. Mala cosa cuando la política enfrenta a los ciudadanos de un pueblo para conseguir el poder, eso significa que los ciudadanos les importamos poco.

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