LA DULCE REFLEXIÓN
Aconsejaba John Quincy Adams, sexto presidente de Estados Unidos, que “siempre había que votar por principios aunque vote solo y podrá apreciar la más dulce reflexión, que su voto no se pierde nunca”. Esta reflexión de un mandatario del siglo XIX, en un país todavía turbulento en aquella América para los americanos, nos deja una breve esperanza intelectual sobre la capacidad de mejora para una sociedad que parece siempre caminar en la senda del cangrejo. Alguien debería empezar a comprender que, en este tira y afloja de la política como estrategia propia, comienza n a aparecer demasiadas señales de agotamiento para una actualidad internacional que, desgraciadamente, oprime el sosiego de la sociedad. A pesar de todos los esfuerzos sobre la barbarie, que como bien escuché esta semana, nada nos justificará en el futuro sobre su existencia y nuestro consentimiento, asentamos nuestro café diario con una nueva espiral bélica donde solo aumentan las vidas sesgadas de tantos. Unas maner