MEJORES PERSONAS

 


Y como quien no quiere la cosa, aquí estamos de nuevo. Con un año más y superadas, como siempre, las fiestas navideñas que terminan siendo largas y pesarosas en los comentarios de descansillo de casa. Eso sí, pronto quedarán en el olvido para volver al machaqueo mañanero de la actualidad con sus seguimientos mediáticos sobre cualquier cosa que pueda ser medible o explicada con más o menos acierto gráfico. Pero ésto sólo acaba de empezar, por supuesto. Mientras la ciudadanía comienza a recoger los abalorios festivos para recobrar los horarios y sus obligaciones, la coyuntura política redobla esfuerzos en ese frenesí que provocan las citas electorales. Y a falta de una, con toda probabilidad, llegaremos al trino expectante durante este 2023. Reconozcamos que si hasta ahora hemos sufrido una trepidante legislatura desargumentada de racionalidad y con el improperio como mensaje repetitivo, poca actitud mejor vamos a tener en los próximos meses. De ello, sin embargo, no solamente es culpable el político de turno. Algo hemos consentido cada uno de nosotros cuando escurrimos el bulto sobre la responsabilidad que se debe exigir cuando alguien decide trabajar por la cosa pública de acuerdo a la decisión universal de sus conciudadanos. Demasiado revolcón torticero para demostrar razones todopoderosas de unos contra otros. Evidentemente todo no son aciertos, pero tampoco podemos hablar de fracasos unánimes. Hemos tenido una intensa legislatura donde se ha lidiado con excesivos acontecimientos que han significado subitáneas excepciones para nuestro día a día. Y ni en esas hemos contado con esa unanimidad en el arrojo y el esfuerzo que demuestra lo épico del ser humano. Casi podríamos decir que las dificultades añadidas que hemos sufrido en estos tiempos han dejado a algunos tan descolocados que el recurso de los excesos verbales ha sido la única salida para sacar un titular mañanero.

Decía la investigadora y científica, Marie Curie que “nadie puede construir un mundo mejor sin mejorar a las personas”, y hay que reconocer que andamos faltos de ambas cosas. Nos envuelven todos los días con las ciento y una promesas para mejorar todo lo que nos rodea, y en cambio, vamos a rebufo con la responsabilidad personal de todo aquello que hacemos o decimos. Debe ser por eso que ya no sufrimos la sonrojez de aquellos que mienten a sabiendas aunque les pillen con el carrito del helado. Y así con estos mimbres nos encaminamos a una temporadita informativa donde el “y tú más” recorrerá todas las franjas televisivas y radiofónicas posibles. En fin, que tampoco cambiarán mucho más las cosas, aunque sería recomendable que nos tomemos en serio los futuros para espabilar este presente que tanto demandamos. Tal vez en esa mejora construiríamos un mundo donde todos podamos caber en el cesto.

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