MELODÍAS PARA EUROPA

 


Reconozcamos que con el mes de mayo siempre llega el momento de tararear alguna que otra canción para ese frenesí patriótico basado en elementos mucho más pacifistas que los que, a veces, nos desgrana la actividad política. Mayo desliza esa sensación que acompaña a las flores con melodías que reponen un poco de cordura a esa hambrienta necesidad de ponderar siempre las capacidades por ser de un lugar u otro. Eurovisión siempre abre y cierra informativos, y si este año nuestra candidata respondía a ese mundo cripto apostante del envite, pues mucho mejor. Tanto es así que todavía resuena el correctivo del jurado profesional a la santa voluntad del pueblo. Y como siempre, el karma corrige la mano invisible del dirigismo experto para despertarnos del sueño “ready” y empoderar a un pueblo que a pesar de su exterminio le quedan ganas de vitorear el canto de su resistencia apoyado por los millones de desplazados que esperan su victoria final.

Así las cosas, hay que reconocer que el día siguiente al evento musical más importante del año siempre tiene su aquel para todo tipo de anecdotarios, que junto al momento infinito de las votaciones es cuando más concentración televisiva consigue. Porque, sinceramente, ni ganan las apuestas ni nunca se acierta con las propuestas elegidas. Al final, siempre hay un motivo que escapa a la estructura de un simple concurso para levantar ese preciado micrófono de cristal como la mejor metáfora de la vulnerabilidad de nosotros mismos. Lo que sí es cierto es que cualquier opción debería ser siempre respetada por el trabajo y la esencia particular de cada una de ellas. Toda expresión musical necesita de ese espacio de reconocimiento a la creatividad como el mejor tesoro de esta humanidad. Y desde esa perspectiva cualquier resultado sabe del aplauso elegante para quedarnos con el mejor mensaje que siempre tararea una melodía.

Tal vez y entonando al poeta mejicano Amado Nervo, “hay algo tan necesario como el pan de cada día y es la paz de cada día. La paz sin la cual el pan es amargo”. Ciertamente, hay triunfos que saben a la amarga realidad de lo que presencian nuestros ojos, demasiada lascivia con la vida de  tanta gente que muere al ritmo de la tragedia del mundo o que se ven desplazados a demasiados kilómetros de su propia vida cotidiana. Todo un acervo melódico que empaña el frágil cristal de la convivencia.

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