LA OTRA PRIMAVERA

 


Octubre tiene la magia de cambiar los colores de nuestros días. Olvidados quedan el verano y los veranillos y toca lanzar nuestra agenda hasta ese tiempo que nos reconfortará entre villancicos y buenos deseos. Ya lo decía Albert Camus:“El otoño es una segunda primavera donde cada hoja es una flor”. Algo parecido han debido pensar algunos de nuestros políticos con el inicio de la actividad parlamentaria. Eso sí, con un recambio de intenciones donde cada uno de los chascarrillos, a cual más vacío, deja caer una oportunidad más de trabajar por este país, que nos debería doler un poco más por el bien de todos. Tenemos por delante un imprescindible esfuerzo para retomar la senda de crecimiento económico, con sus datos macroeconómicos que tantos titulares admiten pero que a nada saben en nuestra microeconomía, esa que sí sabe de recibos por pagar y presupuestos limitados que estirar. Y a pesar de tener bien claro el momento importante de acciones a desarrollar, el final de la semana nos deja demasiadas exposiciones divergentes que hablan solamente de enfrentamiento de siglas y poco de gestión pública. Es más importante la crónica parlamentaria que aburre hasta el descrédito, para dejarnos en el limbo informativo sobre las necesidades de desarrollo en un mundo que ya nunca volverá a ser igual que antes de esta persistente pandemia. A pesar de comprobar que nuestra cesta de la compra va subiendo semanalmente, la acción política derrocha altibajos sobre las cabezas de ellos mismos, como una competición entre aquellos que parecen más cercanos a los gallitos de corral. Se premia diariamente el sonrojante griterío entre diferentes donde acabar con demasiados señalamientos con dedos amenazantes. Poco se comparan proposiciones que descubran la diversidad de argumentos sobre soluciones esenciales y que nos garanticen que esta patria nuestra no volverá a perder el tren de la historia. Hace tiempo que sufrimos demasiados quejidos envueltos en propagandas tan propias de las campañas de marketing que aderezan las citas con las urnas democráticas. La exageración en el lenguaje político deambula excesivamente en ese intento de crear espectáculos públicos donde aparentar demasiado para dejarnos huérfanos de más iniciativas y de lealtad democrática.

Mientras tanto, la ciudadanía sigue con paso apresurado para retener la mejor o peor suerte que nos toque. Hilando demasiados esfuerzos para resolver lo cotidiano, porque, en definitiva, es de lo que dependemos. Contrastamos nuestra ideología con nuestros vecinos y nos quedamos instalados en que todos son iguales. Eso sí, sería estupendo que mientras apartamos las hojas ocres de las aceras encontremos la envidiable posibilidad de su diversidad de tonalidades y redescubrir nuevas primaveras en las que renacen oportunidades colectivas.


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Comentarios

  1. Gracias Sara por el artículo.
    Lamentablemente en política ya no existen las estaciones climatológicas, siempre son los días tórridos de verano o los heladores de invierno.
    Que lastima que se haya perdido la primavera y el otoño.

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    Respuestas
    1. Por lo menos nos queda la oportunidad de seguir exigiendo mejores atardeceres para todos. Gracias siempre por tus comentarios, Pascual.

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