EL FILÓSOFO RISUEÑO

Decía Demócrito de Abdera que “todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de mofa”. Y con esa media sonrisa con la que se recuerda el semblante del filósofo risueño parece que nos quedamos nosotros mismos en estos tiempos tan incesantes de malos modelos y excesivas chanzas para con lo que nos preocupa en estos andares cotidianos. Nos embelesamos con la diversidad de escenarios visuales que nos repiquetean en la televisión, con esos photocall mediáticos donde se fanfarronea de demasiadas cosas y con caras tan agradecidas de conocerse a sí mismos. Todo un empeño para este marketing diario del anecdotario actual que poco servirá para la historia de nuestro tiempo, basado en aquello de la arrogancia de quienes hablan de todo sin escuchar a nadie. Toda una semana hemos tenido para equiparar inauguraciones de instalaciones vacías con la aprobación de los presupuestos, que en fondo y forma van a condicionar nuestra vital entrada en la desescalada económica de nuestro futuro. Toda una simpleza para la agenda comunicativa. Y como no podía ser de otra manera, el disenso patrio nos devuelve una vez más la tristeza de las heridas tan mal pagadas con la democracia que en ocasiones parece que la llevamos entre apaños. Tanto es así que nuestra actualidad política ha entablado un irrisorio diálogo de antiguos clichés envueltos en adagios maximalistas de las viejas y acomodadas guardias. Todo tan vetusto que algunos terminan sus días con chateos despreciables que se repiten de manera ominosa en ese algoritmo digital de las redes sociales. Ya lo decía nuestro filósofo de Abdera, “aunque estés solo, no debes decir ni hacer nada malo. Aprende a avergonzarte más ante ti que ante los demás”.
Con todo lo que tenemos alrededor casi solicitaría una cesantía de programación partidista y reordenar prioridades públicas que nos hagan partícipes de eso que tanto anhelamos para conformar un gran país. Un país rico en diversidad tan respetable como la unidad de oportunidades en su conjunto. Un país rico en iniciativas para apuntalar una sociedad plural, variopinta, tan beneficiosa para ese acechante futuro que tanto nos preocupa y donde no sobran ni los ventiséis ni los ventiún millones cuantificados por el delirio de aquellos que parece que se aburren demasiado. Por el momento, el mañana más cercano lo tenemos demasiado frágil para seguir a la zaga de rupturistas del consenso y demagogos de la conspiración. Nuestro tiempo urge de más trabajo a brazo partido y menos mirones de salón enfurruñados con las ideas opuestas. Formamos parte de una época que se escribirá en las páginas de la cronología de la memoria de todos. El estilo y la profundidad de los argumentos dependerán de lo que hagamos con ella. Lo único preocupante es que los sufridores protagonistas de esta trama vital seguiremos siendo nosotros mismos y, por el momento, seguimos expectantes con el preocupante visaje de la medio sonrisa.

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