EL RUIDO QUE NO CESA

Parafraseando el título de uno de los poemarios más conocidos de Miguel Hernández, el grandilocuente ambiente que vivimos en nuestro país se parece a ese amor no correspondido que hilvana tantos afectos incomprendidos y desesperados que parecen abocarnos a un dramatismo que impregna cualquier reflexión de nuestros sesudos opinadores y desde las mil y una paparruchas que podemos encontrar en las tendencias digitales.

Si alguien tenía la más pequeña duda sobre nuestro pase de fase en este oleaje pandémico, ya tenemos la confirmación oficial de que estamos en medio del chapuzón sanitario en cuestión. Como en otras problemáticas colectivas, nuestra sociedad comienza a ponerse la armadura de tantas cifras y decisiones descoordinadas que, ciertamente, no ayudan a saber exactamente lo que tenemos que hacer. Eso sí, una justificación bastante pobre ante el repiqueteo cotidiano de unas cuantas medidas diarias individuales a tener en cuenta para garantizar un alto nivel de protección. Llevamos meses con esas excepciones, y cualquiera de nosotros somos sabedores de casos bien cercanos que han roto esa disciplina del día a día. Mientras tanto, y en la misma semana que nos acercamos a niveles demasiado arriesgados en las cifras de contagios y muertes, nos la hemos merendado con un par de jornadas de apaños políticos aprovechando ese derecho parlamentario que cada día es más proselitista y menos de todos. Todo un espectáculo culinario de chascarrillos para seguir en las redes sociales y abrir informativos para el estómago de sus seguidores más fieles. Eso sí, a la gran mayoría nos han dejado sin ni tan siquiera un trozo de postre y sacarle algo positivo a todo esto. Unas cuantas jornadas de ruido político para seguir cada uno en la fila que le corresponde. Hace tiempo que la mal llamada equidistancia informativa para barajarse entre opiniones diversas ha conseguido retorcer demasiadas verdades y, en no pocos casos, hasta enmascarar las mentiras más burdas entre tanta barahúnda cotidiana. Lo malo de todo esto es que, como versaba nuestro poeta, el silencio puede más que tanto instrumento”, y en ese reposo nos encontramos cada día deambulando por las calles que seguirán siendo las de todos, a pesar de tantas melodías partidistas.

Transitaremos a otra semana otoñal, con el aliento del contagio que acecha en la nuca y la inseguridad del devenir de nuestra economía. Con los años se repasarán las posiciones de muchos que hoy saben más de delirantes conspiraciones políticas y sanitarias, dejando desnudo el futuro racional que nos espera. Decía Delibes que “si el cielo de Castilla es tan alto, es porque lo levantaron los campesinos de tanto mirarlo”. Lo malo es que mientras escuchamos y desechamos tanto argumentario, pase de largo a nuestro lado la ocasión para unir todos los esfuerzos en un pacífico camino de prosperidad.



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