UN ARCO IRIS DE LIBERTAD


Foto: SaraMarFer
Vengo de una generación en la que se vivió con normalidad el inicio de la defensa por la igualdad de género. Nada era reprochable en cuanto a esa genuina elección de ser lo que verdaderamente sientes que eres. Buenos tiempos para romper ataduras que pudieran significar corsés para vivir y dejar vivir. Desde la perspectiva del tiempo considero que, en verdad, nos quedamos pobres en el fondo de la cuestión, ya que se nos quedó por el camino la necesidad de proponer normas sociales que incidieran en el respeto a los individuos y la promoción de igualdades. Los estereotipos siguieron su curso a pesar de tener una sociedad que supo entender la libertad individual por encima de todo. Despistamos el objetivo creyendo que todo estaba hecho y olvidamos las metas de una sociedad igualitaria. 
Tengo la impresión del tiempo perdido. Tanto es así que sufrimos en la actualidad muchas opiniones que nos desbancan de aquellos años 80 para escuchar nuevamente, artificios basados en doctrinas arcaicas que encadenan nuevamente, la libertad individual y el derecho al desarrollo personal de cada uno de nosotros. De alguna manera, la condición sexual sigue siendo un difícil elemento condicionado por unos y por otros, olvidando lo prioritario que sigue estando en nosotros mismos. Aplaudo iniciativas de colectivos que vuelven a luchar por normativas que ayuden al desarrollo igualitario de nuestros jóvenes, dejando la identidad de género en el plano personal y en su derecho de elección. Aplaudo que podamos hablar de personas sin tener que clasificarlas por sus características físicas sexuales. Llego a pensar que, por culpa de los estereotipos sexuales que agreden a tantos colectivos, las propias mujeres seguimos tocando el techo de cristal y por contra, seguimos sufriendo la sangría del maltrato y el acoso.
Como cada año se celebra el día del orgullo LGTB+ para dar visibilidad a la libertad individual de cada uno de nosotros y defender lo que queramos ser. Muchos consideran histriónico este tipo de celebraciones a pesar de lo mucho que queda por hacer. Tal vez, si en aquellos primeros años democráticos hubiéramos tomado con seriedad este tipo de cuestiones, tendríamos en la actualidad una sociedad más libre y respetuosa con el diferente, sin prejuicios sociales que etiqueten y justifiquen tantas desigualdades. Tal vez, perdimos el tiempo pensando que todo cambiaría sin mover un dedo. Y, como todo en la vida, o luchamos por mejorar o regresaremos al pasado. Tal como dice Rosa de Luxemburgo, nos jugamos mucho para conseguir “un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres”. Ojalá así sea.

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