El Inicio del Inicio

A veinticuatro horas de las campanadas que darán la bienvenida a este pobre año nuevo que nos espera, desde la corte de Madrid nos felicitaron con algo más de doce minutos de palabras monocordes, rictus serios y teatrales para descubrirnos la cuadratura del círculo.

Nuestro flamante nuevo presidente del gobierno quedó en su despacho, y nos despachó con un cuarteto ministerial para mejorar las explicaciones a un “inicio del inicio” de lo que todavía podrá ser. Lejos quedó, desde un principio, la solemnidad de la responsabilidad política y no hacerse fuertes a partir de la herencia recibida. Me llama la atención que a pesar de las desviaciones del déficit que todos pronosticaban, los nuevos regidores de nuestra patria no se dieran por enterados y ahora toca rectificar.

Tal vez a nuestro presidente le engañaron sus propios correligionarios autonómicos cuando los llamó, en aquella semana en la nube, tras las elecciones. Pero, en definitiva, las justificaciones de unos y otros se quedarán en el juego político que últimamente a los ciudadanos tanto nos resbala. Inauguramos un nuevo año con la cuerda bien apretada. Al final, pagarán más los que tienen un salario que los que ostentan el capital. Así lo dicen los propios papeles del ministerio de hacienda, por un nuevo euro recaudado del capital, serán 4 de los asalariados. Precisamente cuando por primera vez se congelará el salario mínimo interprofesional en estos tiempos que corren.

Posiblemente son decisiones macroeconómicas totalmente necesarias, pero como todo en esta existencia, las formas son las que nos diferencian del éxito o del fracaso. Algo tendrá que cambiar en Europa para que el camino hacia la recuperación sea más factible, porque como decimos a pie de acera, aquí no hay quien mueva nada. Esa es la pobre actitud para comenzar un nuevo año. La tan cacareada falta de confianza sigue instalada en nuestras vidas. Y los planes tan guardados por parte de los nuevos gobernantes han quedado minimizados con reajustes facilones a los de siempre. La solidaridad es algo muy diferente. Es imprescindible que esa solidaridad sea capacitada por los que más posibilidades pueden tener para que sea efectiva. Pedir la máxima solidaridad a las clases medias es empobrecer la actividad económica, porque al final, el bolsillo pequeño se queda con calderilla. Y también será el momento de la responsabilidad de todos, especialmente de aquellas administraciones que empiezan a ser un lastre imperecedero para el déficit global. Y en ello estamos todos. Los propios ayuntamientos deben evaluar sus recursos que vendrán limitados por sus autonomías. Bien lo sabe Mislata que, a diferencia del Estado, no tenían estudios macroeconómicos antes del cambio de gobierno, y se encontraron con unas cuentas que en el mejor de los casos, por esto del espíritu navideño, las podemos calificar de errores de bulto.

Pero me quedo con la frase escueta y limpia del “Inicio del inicio”. Nuestros actuales gobernantes camuflan el miedo y la especulación. De nada servirá esa actitud para cacarear la falta de confianza. Pero el inicio del inicio ya lleva tiempo produciéndose. Lo llevamos iniciando los ciudadanos. En nuestra actitud, en nuestro compromiso, en nuestras pequeñas luchas locales, porque hay líneas que ya nadie podrá sobrepasar. Muchos de nosotros hemos pasado alguna que otra crisis porque la globalidad no es la existencia pequeña y diaria de cada uno de nosotros. Sabemos de la vitalidad que nos toca a cada uno, y nadie nos garantiza una existencia feliz porque los demás la tengan.

Lo mejor de todo es que tenemos un año por delante. Compartiremos muchos momentos de indignación, pero también de ilusión, para mejorar nuestras vidas. Y por supuesto, superaremos esta macroeconomía mundial que nos aleja de lo cotidiano. Pero espero que entre todos, no dejemos que nadie se quede en este agotador camino, son nuestras manos y nuestras esperanzas. Los elegidos que sigan con sus responsabilidades, pero que no miren hacia otro lado para escenificar una vez más que las soluciones no tienen colores, porque sería un fraude para toda la sociedad.

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